
La investigación, desarrollada por encargo de la aseguradora RSA, señala que aunque los niveles de alcoholemia sean muy bajos o inexistentes, la persona que ha bebido mucho en un periodo no anterior a 12 horas no conduce en plenitud de sus facultades.
Las pocas horas de sueño, el bajo nivel de azúcar en la sangre y la deshidratación producto del alcohol tienen el efecto de convertir a un conductor en un peligro similar al de un conductor bebido. Los autores del estudio eligieron a un grupo de estudiantes cuyas reacciones al volante fueron estudiadas primero en condiciones de sobriedad y después bajo los efectos de una resaca.
Se utilizó para ello un simulador y quedó en evidencia que los ‘resacosos’ condujeron a más velocidad, se salieron con mucha más frecuencia de su carril y cometieron el doble de infracciones, ignorando semáforos en rojo o saltándose señales de “stop”.
Indica el estudio que las personas con resaca conducen a mayor velocidad y que lo hacen como si estuvieran en las nubes y pensando.
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