
Pero ella no podía hablar a causa de la emoción. Algunas pensaron que tal vez algún asaltante quiso aprovechar su aparente fragilidad y que ella corrió para librarse.
Tampoco faltaron las mal pensadas que sospecharon que el novio o marido de la recién llegada le había dado una carrera.
A toda pregunta ella atinaba sólo a responder: “en Acrópolis… en Acrópolis”, y alimentaba curiosidad e incertidumbre.
Finalmente, cuando recuperó el aliento, contó que habían localizado al prófugo José Figueroa Agosto, y que en ese preciso instante las autoridades lo estaban sacando de la torre Acrópolis.
Una historia inventada apresuradamente por su imaginación, cuando al cruzar frente a Acrópolis vio que muchos corrían para salir del edificio, no por la presencia de ningún fugitivo sino porque la tierra temblaba.
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