( r.molina@codetel.net.do)

Estos pensamientos me hacen recordar la historia de un señor que fue al parque un día en compañía de su hijito. Después de un largo silencio, el muchacho sintió un repentino ataque de curiosidad por todo lo que le pasaba por la mente.
“Papá –preguntó-, ¿por qué flotan los barcos en el agua?”
El papá pensó por un buen rato, al final del cual replicó: “Realmente, hijo, no lo sé”.
El jovenzuelo volvió a su contemplación y poco después atacó de nuevo: “¿Cómo respiran los peces debajo del agua?”
Nuevamente el papá contestó: “Realmente, no lo sé, hijo”.
Poquito después vuelve el niño: “¿Por qué el cielo es azul?”
Otra vez la misma respuesta: “Realmente, no lo sé”.
Pensando que talvez estaba molestando a su padre, el muchacho dijo: “Papá, ¿no te importa que te haga tantas preguntas?”
“Desde luego que no –fue la rápida respuesta-; si no hicieras preguntas, nunca aprenderías nada”.
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