EL CHISME, ARMA DE MUCHOS

A consecuencia de ese elemento, que hace cultura en egoístas y morbosos, han ocurrido crímenes y violencia social y puede desatar hasta acciones bélicas

Escrito por: Rafael P. Rodríguez


La debilidad humana conocida como “chisme” tiene ciertamente categoría histórica. Por él, por sus múltiples garras endemoniadas, se han cometido horrores imperdonables.

 Se trata de un morbo, la expresión de un tipo de comunicación crepuscular y cobarde, y una recurrencia maledicente. Se recurre a él como una forma de demostrar claramente la lenta evolución del ser humano no exactamente como una forma de fortaleza.

 No se conocen chismosos con carácter, con un mínimo de sabiduría y temple suficiente para rechazarlo con una capa blindada para no escuchar sus descargas profanadoras del templo de la certidumbre. La ciencia, por ejemplo, lo rechaza porque no aporta un gramo de elementos para conducir ningún proceso serio.

Tienen el deber de rechazar el chisme  las creencias debido a que es el lado opuesto, la fase “oscura” que casi siempre lo acompaña. Las verdades que pudieran arrastrar sus aguas tumefactas que no quitan la sed, se distorsionan en el camino.  No está obligada a rechazarlo la creación literaria porque aporta algunos elementos al mito. Detrás de la capa de todo chismoso se oculta, plena de asco y de nocturnidad, el alma del mediocre y del resentido.

Más, sobre todas las malformaciones y distracciones, predomina la idea de libertad que no conoce ningún chismoso ni siquiera de cerca. Cada uno de ellos es prisionero y carcelero de los barrotes que construyen sus palabras entristecidas de animosidad y de maldad. El chisme ejercita con rigor una forma de tiranía.
Su peso específico se degrada y el receptor del chisme, erigido en juez, acusador y fiscal, tornar a violencia pasional u otras impiedades peores. 

Ofrece la ventaja a los chismosos de no tener que investigar nada sino encontrar un oído receptivo y un espíritu de “comprensión” que puede hasta pagar generosamente la delación rastrera.

Lo único que lo destruye es la confrontación directa con la verdad, que no es una etapa fácil de alcanzar en un mundo abierto cada vez más a la exposición pública de intimidades y vergüenzas innecesarias de ser comunicadas.  La mejor coraza y la menos recurrida en apelación es el silencio casi total.

Tan  escaso de luces se halla quien cuenta una historia poblada de falsías, exageraciones y manipulación como quien la estimula. 

No debería existir en una sociedad evolucionada que es una meta aún incolora de toda la humanidad.  Es un gran productor de conflictos, mezquindades, equívocos y crímenes alevosos.

Una cuota importante de los asesinatos de mujeres cometidos en la República Dominicana están sujetos a sus consecuencias y a las “sospechas” que él despierta.

Se trata de un objeto cultural que no reconoce fronteras sociales. La única variación de movimiento que ofrece es la manera de tratarlo. Unos resuelven sus conflictos derivados de ese tipo de comunicación apócrifa entre muros enormes y otros en la calle, de ser preciso, y con el objeto que se tenga a mano, de más en más.

Como actualmente no hay una referencia importante en términos de ética política, económica u otras veleidades sistémicas, el chisme hace crisis en  términos exponenciales.

De ahí que se hayan incrementado los crímenes hasta un grado que alarma seriamente a la gente que espera, con síntomas de cansancio, un país mejor. Junto a la chismografía generalizada se extiende la marcada desigualdad de ingresos como apenas otro de los males nacionales.

El chisme “vende” porque siempre encontrará oídos dispuestos para recibir  la lava tóxica, el vómito contable que busca víctimas y presas por atrapar entre los inocentes y distraídos, preferiblemente, puesto que se trata de los más vulnerables y los más sangrables.

 Lo que mantiene la vigencia de todo chismoso es la idea de que la verdad es el ejercicio metafísico, árido y no siempre comprendido y menos aún recompensado, de aquellos seres que se ocupan más de los problemas del universo como son los físicos, los astrónomos y los filósofos.

Todo chisme incuba una forma de traición.  Quien llama a traicionar no es menos despreciable que quien ejecuta la orden.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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