¿Orquesta Sinfónica de presos?

Por Venecia Joaquín

No sé nada de  de leyes y menos entiendo el sistema judicial, pero mi olfato de campesina me empuja a ser osada en mis reflexiones. Algunos hechos desde y por las cárceles y prisioneros, han traído a mi memoria un manantial de inquietudes sobre las diferentes formas de contribuir a su reivindicación.

Los presos se visualizan hacinados, en celdas pequeñas, cumpliendo condenas por algún delito. Me imagino su mente, a veces angustiada, aturdida, arrepentida o llena de ira. Para reivindicarlos,  la lección  que más duele se desprende de estar privados de la libertad, aislados de la dinámica social.

Tienen en común que han violado leyes, lastimado a la sociedad. Como son miles, los métodos educativos para cambiar su conducta, deben estar al alcance de todos y dirigidos a la reflexión profunda y serena. Deben surgir de las actividades que realicen, como aprender oficios, estudiar, charlas educativas, religión.

No entiendo el proyecto de la Procuraduría General y del Ministerio de Cultura de formar una orquesta sinfónica con presos, en la cárcel. ¿Cuál es  la finalidad? Solo será un grupito. ¿Es para su entretenimiento? ¿Qué pasará cuando un músico salga de la cárcel?  Preferiría que esta Sinfónica la hicieran en barrios como Capotillo, Cristo Rey, Villa Mella o en los lugares donde vayan más personas a las cárceles. Para prevenir caer en antivalores. De seguro que hay  jóvenes, músicos frustrados por falta de oportunidad en esos barrios marginados.

Si la idea es que los detenidos aprendan actividades artísticas,  pueden enseñarlos a pintar, escribir poesía, cuentos,  tocar guitarra, güira, cualquier instrumento y hasta formar su “perico ripiao”. Algo práctico,  al alcance de todos, que les ocupe  la mente en algo productivo.

 Procede que sientan el castigo, la ley, el enojo de la sociedad, para evitar que vuelvan al fango. Las excepciones, los privilegios, pueden ser baldes de agua fría que neutralizan los efectos de la medicina. Los que no cometemos actos reñidos con la ley, no debemos recibir la impresión de que dan trato privilegiado a los presos. Cuando alguien es detenido por narcotráfico, corrupción o por lo que sea y le dan un trato privilegiado,  es una bofetada, burla, provocación a los demás.

Deben evitar que los presos y sus delitos, sean utilizados como plataforma para promover eventos. Los casos en que  por ser figura pública, con delitos  graves, sean utilizados para promover proyectos carcelarios o propios, envuelven doble moral. En asuntos judiciales, no debemos fomentar los privilegios ni fuera ni dentro de las cárceles. Las leyes deben abogar por justicia social. Debemos pensar en el mensaje que le enviamos a la juventud. Las cárceles son lugares de sobriedad, recogimiento y reflexión profunda. No son centros de diversión ni de cherchas. 
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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