‘Lady’ Masipa, la minuciosa juez de Oscar Pistorius

Una mujer negra, diminuta y concienzuda, que se mueve con dificultad por la artritis pero que superó todos los obstáculos del apartheid, será quien valore y juzgue si el atleta blanco de las piernas de fibra de carbono asesinó a su novia 

Por JOHN CARLIN

Thokozile Masipa, en un momento del juicio
contra Pistorius iniciado esta semana.
Thokozile Masipa tenía 17 años en 1964, el año en el que Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua por alzarse en armas contra el Estado racista sudafricano. Una de las frases más célebres de Mandela durante el juicio fue: “Soy un hombre negro en el tribunal de un hombre blanco”.

Si Oscar Pistorius, el atleta sudafricano que hoy se enfrenta también a la posibilidad de cadena perpetua, poseyera la elocuencia de Mandela podría declarar durante el juicio al que actualmente se ve sometido: “Soy un hombre blanco en el tribunal de una mujer negra”.

Esa mujer es Thokozile Masipa, la juez en el caso Pistorius que determinará si el atleta, amputado de ambas piernas, mató a su novia deliberadamente en la noche de San Valentín de 2013 o si fue, como él sostiene, un trágico error. Tanto el acusado como los dos abogados principales en el juicio, el fiscal y el defensor de Pistorius son blancos, pero desde que empezó el proceso el lunes pasado todos se rinden escrupulosamente a la soberanía de Masipa, una mujer diminuta que se mueve con dificultad, debido a una artritis, dentro de la cámara. Cada vez que cualquiera de ellos tiene un intercambio con la juez se dirigen a ella como, “my lady”, que sería “su señoría” en español, pero que en inglés contiene un aire de sometimiento feudal: “Mi señora”.

Son otros tiempos en Sudáfrica. La vida de Masipa es un reflejo de los cambios extraordinarios que ha vivido su país desde que nació en 1947, el año antes de que el sistema de discriminación racial conocido como el apartheid se hizo ley.

Creció en Soweto, la gran población negra al lado de Johannesburgo, en una época en la que los negros no solo no tenían derecho a votar sino que se les decía dónde podían o no vivir, se les prohibía el acceso a los mejores colegios, hospitales, parques, autobuses, playas —todos reservados para el uso exclusivo de la minoria blanca dominante—. De pequeña vivía en una casa de dos habitaciones con sus padres y hermanos, y cuando se casó se mudó a un hogar de una habitación, que como ella misma ha explicado “servía de dormitorio, salón, baño... todo”. Es decir, tuvo la experiencia clásica de una persona negra en tiempos del apartheid.

Eso implicó que sufrió una de las consecuencias más nefastas de aquel sistema: recibió una educación deliberadamente inferior a la de los blancos. El propósito era que los negros no estuviesen en condiciones de poder acceder a los mejores puestos de trabajo. Masipa formó parte de una pequeña minoría tozuda y talentosa negra que logró superar los obstáculos que le puso el Estado. Aprendió no solo a expresarse bien, sino a escribir bien en inglés, su segundo idioma, se hizo periodista y trabajó como reportera en varios periódicos. Cubrió varios juicios para el principal periódico negro de aquellos tiempos, The Sowetan, y descubrió que le fascinaba la ley. Hizo un giro en su carrera. Estudió Derecho y se convirtió en abogado.


En 1998, cuatro años después del final del apartheid y la llegada de la democracia, fue nombrada juez, la segunda mujer negra en acceder a ese cargo en la historia sudafricana. En un documental de televisión que se transmitió en 2008 dijo que era muy consciente de las altas expectativas que la población negra depositaba en personas negras que ahora ocupaban puestos importantes en el sistema judicial de su país. Otra de las barbaridades del apartheid fue que siempre eran jueces blancos los que dictaban sentencia contra negros acusados de violar la ley; jueces blancos con mínimos conocimientos de la cultura negra y, menos aún, de los idiomas que hablaban en sus casas.

Teniendo muy claro que el Estado de derecho es la base de cualquier democracia, Masipa asumió su responsabilidad plenamente consciente de que ocupaba la primera línea en la defensa de los derechos que su gente había luchado décadas por conseguir. Coherente con este convencimiento, se ha ganado la reputación de ser una persona extremadamente concienzuda en su trabajo. Abogados sudafricanos consultados por EL PAÍS dijeron que no conocían a ningún juez en Sudáfrica que ejerciera sus funciones de manera más meticulosa. “Seguro que cuando hizo los estudios de Derecho era la persona más trabajadora de la clase”, dijo un abogado. “Y ahora que es juez nadie duda de su seriedad o imparcialidad”.

El juicio de Pistorius fascina al público sudafricano. Hasta el extremo de que se ha creado un canal de televisión que se dedica exclusivamente a su cobertura 24 horas al día. Pero entre los miles de comentarios que han hecho los expertos legales y la clase opinadora sudafricana nadie ha sugerido, por ejemplo, que el hecho de que Masipa sea negra pueda influir de manera negativa para Pistorius —rico, famoso, blanco— en el desenlace del juicio. A nadie se le ha pasado por la cabeza que podría haber un componente de venganza racial histórica en los procesos mentales de Masipa cuando llegue la hora de emitir su veredicto.

De hecho, en los dos juicios más sonados que ha presidido, ambos acusados fueron negros y ambos salieron perdiendo. Uno fue el consejero delegado de la gran empresa eléctrica del país, que no logró su objetivo de recibir una indemnización de seis millones tras ser despedido; otro fue un violador en serie al que condenó a 256 años de cárcel. “Lo peor en mi opinión”, dijo Masipa del violador, “es que atacó y violó a sus víctimas en el refugio de sus propios hogares donde creían estar a salvo”.

Pistorius mató —según su versión, disparando contra la puerta de un baño contra un supuesto ladrón— a su novia, la modelo Reeva Steenkamp, en la casa donde él vivía. Ella acudió a pasar la noche del 13 al 14 de febrero 2013 con la seguridad de que también estaría a salvo de cualquier ataque. En el caso de que Masipa encuentre culpable de asesinato al atleta que compitió en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, existen esos precedentes para pensar que Masipa no demostrará misericordia a la hora de dictar sentencia.

Mientras tanto, todo indica que la jueza ejercerá su labor de manera ecuánime. Durante los primeros cinco días del juicio se ha inclinado a dar el beneficio de la duda al abogado defensor cada vez que ha habido una disputa o una objeción de parte del fiscal. Fiel a su reputación, se la ha visto extremadamente atenta a cada detalle del caso, tomando apuntes casi sin cesar durante los interrogatorios a los testigos.

Masipa entiende que la joven democracia sudafricana no servirá para nada si aquellos que han sido encomendados con la responsabilidad de mantener la integridad de la ley no ejercen sus funciones con prudencia, sensibilidad y mesura, a diferencia de lo que muchas veces se vio en tiempos de Nelson Mandela, cuando ella era joven y ni soñaba con la posibilidad de estar donde está hoy.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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