¿Dónde está Paula C?

Por BIENVENIDO PÉREZ GARCÍA

Rubén Blades junto a la por mucho tiempo
 mujer misterio, Paula C.
El 19 de junio del 2008 el mundialmente reconocido salsero, compositor y actor de carácter Rubén Blades finalmente reveló, tras largos años de anonimato, repetidas inquisiciones periodísticas y pertinaz insistencia de sus admiradores, la identidad de aquel amor perdido, inmortalizado en su celebérrima e inolvidable composición del género salsero “Paula C”. Se trataba de Paula Campbell, una hermosa trabajadora social y luego diseñadora, originaria de Boston, que conoció en Nueva York.

Su juventud, inexperiencia y falta de enfoque ante las tentadoras oportunidades no exentas de faldas, que como artista se le abrían le hizo perderla, habiéndose Paula convertido por décadas en un icónico misterio que cautivó el consciente colectivo de toda la población hispanoparlante y despertó nostalgias por la evanescida Paula C de nuestras individuales existencias.

Colocando la transparencia existencial como el pivote sustentador de nuestras vidas, de una manera u otra, todos tenemos un amor perdido; un Pablo B o una Paula C, alguien que por las circunstancias, nuestra poquedad, indecisión o miserias se escurrió de nuestras manos, dejando un no desdeñable lado de nuestro corazón vacío, un agujero indefinible, que trasciende la simple corporeidad y resulta algo mucho más complejo y completo que las iridiscencias efímeras de un sexo que acaso nunca tuvo lugar.

La literatura y demás artes de todos los tiempos y culturas es rica en argumentos que rondan alrededor de amores difíciles, ya idos, o que nunca fueron, inspirados de una forma u otra en los millones de dramas minúsculos y desconocidos, pero grandes y entrañables, que en nuestros rincones individuales secretamente siguen tomando lugar inacabablemente, con perdurable significación en el misterio de nuestra humanidad.

El décimo mandamiento bíblico no es incumplido ni violado, pues no hay propósito ni intención deliberada en recordar o en sernos imposible borrar el amor perdido. Inútil es controlar todo el caudal de pensamientos, asociaciones, evocaciones, que en torrente se presentan en la vigilia y nuestros sueños. La racionalidad es entremezclada con nuestras emociones y es aquí donde debemos aprovechar el extraordinario descubrimiento dado a conocer formalmente en 1983 por Howard Gardner de las inteligencias múltiples1. Bástenos para nuestros fines presentes, a propósito de Paula C, referirnos a una de ellas: la inteligencia emocional.

Nuestros etéreos Pablo B, o Paula C, no se encuentran pues, exentos del apropiado manejo de la inteligencia emocional. Tener sentimientos, –quizá más de los que deseamos– en contradicción o incongruencia con nuestro racional pensar es tan antiguo como la humanidad misma. Lo expresaba el filósofo, matemático y científico francés Blaise Pascal, al referirse a “las razones del corazón, que no entiende la razón” Es entendible entonces, que nos haya alcanzado tan sensiblemente Rubén Blades con su inefable lírica melódica:

‘Paula C, la madrugada me envolvió en su oscuridad’

Nuestras iluminadas vidas se opacan momentáneamente, al confundirnos en sentimientos que como efímeras paradojas se presentan y, al pretender buscar el otrora amor, el tiempo perdido, se oscurece nuestro entorno, extendemos nuestra mano inútilmente en la nada de la oscuridad, intentando tocar una evanescida figura o presencia que ya no es, que tiempo ha, ya no está:

‘Paula, dónde te has metido, caramba

Dónde te fuiste a esconder’

Las llamadas no tomadas, las cartas, mensajes y notas no respondidas, la desaparición inexplicada de los rincones y lugares donde nos conociéramos o frecuentamos ¿Quién inició el alejamiento? ¿Quién persistió más en permanecer alejado? Ya no importa. En realidad nunca importó, hasta que, de manera subrepticia, furtiva, entra en nuestros pensamientos la soberana imaginación con la idea de cómo hubiera sido nuestra vida si hubiéramos seguido juntos. La pregunta hipotética quizá nunca tendrá respuesta.

El cementerio de los amores perdidos, desencontrados, alejados, olvidados, bien puede ocupar extensiones intangibles, de inmensidad inconcebiblemente más vastas que las de todos los camposantos del mundo. También nosotros somos o hemos sido Pablos B o Paulas C, de otros.

‘Vivir sin un amor, no vale nada, no vale nada’

¿Y de qué vale la vida sin amar y ser amados? Para fortuna de los más de nosotros, hemos posteriormente encontrado un amor sereno en el que finalmente hallamos reposo y equilibrio existencial. Logramos conectarnos con otro humano y convertirnos ambos en fundida dualidad existencial.

Pero en nuestro interior siempre habrá una pequeña ventana, con una lucecita encendida, alumbrando a la nada, anunciando que aquí estamos, que somos objeto y sujeto de todos los amores; Albergamos una llama que perpetuamente arderá, en gesto de Fe, a la revelación que Jesús, la Divinidad Encarnada, nos legara: Que el amor es para siempre, de todos y para todos y los más de un amor que tuvimos en nuestra existencia corporal, podrán seguir siendo y todos los que nos hemos querido, aun transitoriamente, podremos permanentemente amarnos y ser novios y amantes y esposos y amigos, pues en el Reino Divino, el único y verdadero culmen donde se descorrerá el velo de lo que somos, volveremos a reencontrarnos como niños. Para jugar y amarnos por siempre. Hasta entonces Pablo B, hasta siempre Paula C.

1 Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. 1983; Basic Books, 1983.

2 Paula C de Rubén Blades, disponible en www.youtube.com
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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