Twitter y Trump

Twitter cierra la cuenta de Trump y no es una noticia que alegre a todo el mundo, incluida en ese “todo el mundo” buena parte de sus detractores y de los que no le siguen.

No, no es bueno que una empresa sea el juez que determine quién habla y quién no habla. La libertad de expresión es imprescindible, uno de los pilares de la democracia, enemigo número 1 de las dictaduras.

¿Debe existir regulación? Sí, como en todo lo que afecta la vida en común, pero es la regulación que la ley y el pueblo soberano decidan. Porque... ¿qué pasa si la dejamos en manos de una empresa?

La libertad de expresión es un derecho fundamental de vital importancia, opina Angela Merkel cuando reflexiona preocupada por la medida de Twitter. Facebook, Instagram, Snapchat o Twitch también han cerrado los perfiles al próximo expresidente de los Estados Unidos. Es el poder de las tecnológicas sobre el poder político y sobre el ciudadano. También pueden callarle a usted y a un opositor en una dictadura y hasta a un partido político completo.

Ya no se trata de Trump y de su incontinencia tuitera o de su papel de animador cuando no ideólogo del asalto al Capitalio, se trata del poder de las plataformas tecnológicas para censurar, para influir en unas elecciones, para vender nuestros datos personales, para facilitar innumerables delitos, desde financieros a sexuales. ¿Quién ha dado a Twitter el poder para ser el censor del mundo, o a Facebook el juez de la moralidad y el guardián de los pezones?

Las redes son jóvenes y deben todavía asentarse. No sabemos muchas cosas de ellas y de sus efectos. Que aspiran a gobernar el mundo... eso sí lo sabemos. Trump se va ya. Twitter se queda.


Por Inés Aizpún

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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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