Venden sangre hasta en un colmado

Conseguir sangre de emergencia en República Dominicana conlleva pasar una crujía entre centros de salud, bancos de sangre y búsqueda de donadores que incrementa el riesgo de muerte para los pacientes que la requieren.

La carencia del vital líquido en un país donde apenas el 1 % dona de forma voluntaria, genera un déficit que puede superar el 70 % de la demanda, y da pie a una red mafiosa que se articula para vender la sangre de forma particular, en ocasiones, hasta en colmados.

Durante una investigación de Diario Libre se comprobó cómo personas ajenas a las instituciones sanitarias comercializan con la sangre, sea vendiendo “donadores” o directamente el líquido, lo que viola los protocolos de salud que establecen el manejo adecuado para tratarla.

La mafia se vale de indicaciones y récord médicos falsos, y una cadena de contactos clave distribuidos en zonas cercanas a hospitales y bancos de sangre, también de centros clandestinos de extracción a cambio de dinero.

Uno de los puntos de venta se ubica en los alrededores de la Cruz Roja Dominicana, principal banco de sangre del país, que tiene su sede en el Distrito Nacional.

En los alrededores de la organización es notoria la desesperación de familias que buscan, y darían cualquier cosa, por conseguir sangre para parientes en condiciones delicadas de salud o para sí mismos.

La gente se aglomera en la veja perimetral de la organización, a espera de algún donador conocido o por conocer. Entre el grupo, hay algunos que esperan poder vender su “donación”, otros incluso, esperan negociar sangre que tienen guardada.

Negociación

Un comprador se acercó a un señor que previamente había sido señalado como alguien que “consigue” donadores.

“Ven pa’ cá”, le dijo el hombre, de unos 60 años, al comprador. Luego le explicó su oferta. “Por ahí hay una pinta O+ que yo tengo, pero yo la vendo en 6,000 pesos”. Ante el regateo del comprador, el hombre replica: “es que en un banco de sangre le piden seis y siete. Le piden siete y tiene que llevar un donante, cuanto ta´. Y eso que yo... ya viene un amigo mío que me dijo que se la deje ahí, que se la va a llevar”.

Tras un intercambio de frases entre ambos, el vendedor insiste: “vamo´ a negociar las dos pintas... ¿cuánto me da por las dos pintas?... y si no tiene seguro le va a salir cara... pero son 6,000 cada pinta, porque menos de ahí no la doy”.

Luego le indica lo fácil del proceso. “Eso nada más es irla a buscar, llevarla al banco (de sangre) y después que se la acepten en el banco, me da mi dinero”.

Por un momento, la conversación es interrumpida por otra persona con quien el vendedor ya había tratado antes. El hombre se detiene a explicarle al recién llegado a la escena el por qué le conviene buscar un donador en lugar de comprar directamente.

“Comprar sangre afuera le conviene al que no tiene seguro, que tiene que dar 2,500 pesos por la pinta y a un donante que le vaya a dar 2,500, entonces lo compra fuera”. En una parte más delante de la conversación, indica que en caso de que la sangre sea Rho negativo, los donantes pueden cobrar más caros, de RD$3,000 en adelante.

De vuelta con el comprador inicial, el vendedor le explica cómo consiguió la sangre.

“Esa sangre la saqué yo esta mañana de la Cruz Roja, sale de ahí con toda su etiqueta, to´. Y está allí en un colmado”. También le indica que no puede aguantarle mucho tiempo, porque ya había una persona en camino que iba a buscarla, pero que podía hacer un “lio” si la compraba de una vez.

En ese momento no hubo acuerdo, así que el comprador se retiró, pero volvió al día siguiente.

La compra

Desde el inicio de la conversación, el hombre vuelve a repetir que tiene la pinta disponible, y como dijo el día anterior, asegura que “salió ahorita de ahí (señala a la Cruz Roja) y está guardada”. Pide RD$5,000 y dice que la entrega de una vez.

También explica que la sangre le pertenece porque él mismo la sacó, que pagó RD$2,500, que la buscó para una señora que iban a operar, pero que le cambiaron la fecha y ya no la quiere.

Acordada la compra, el hombre se dirige a un colmado que está a pocos metros y sale de ahí con una funda negra que entrega al comprador. Es diligente y exhorta a revisar lo entregado. Como había prometido, era una unidad de sangre O positiva con sus sellos y la etiqueta de la Cruz Roja Dominicana.

¿Cómo llegó a sus manos? Desde la dirección de la Cruz Roja aseguran desconocer la forma exacta como esa persona tiene una sangre con su sello, pero no les sorprende, pues muchas veces han descubierto situaciones distintas de intentos de conseguir sangre de forma irregular.

César Matos Moronta, director médico de la Red Nacional de Bancos de Sangre de la Cruz Roja, y Lucrecia Rosario, Administradora del Banco de Sangre, defienden la transparencia y calidad con que trabajaban, pero rememoran algunos casos sospechosos que han investigado.

“Que tenga el sello de aquí, es fácil. Sencillamente, una unidad de sangre que cuesta RD$2,500, es negocio venderla en RD$5,000. Gente viene con una receta, traen un donante y nosotros la despachamos”, comenta Matos Moronta.

Rosario, a su vez, agrega que a todo el que va a buscar sangre a esa organización, ellos le piden indicación médica y le cuestionan de dónde viene, qué quiere, para cuándo la quiere y si la usará en clínica u hospital. Si es clínica debe entregar una muestra con la sangre y nombre del paciente.

“Cuando la sangre sale de aquí, sale con una indicación” sostiene, pero adelanta que la indicación puede ser falsa y que ellos no tienen ningún control de lo que pase fuera, una vez la sangre es retirada.

La que el comprador adquirió el 20 de mayo, había salido de allí el 5 de ese mismo mes, con rumbo a una clínica. “Ya esa sangre lo que hay es que prenderle fuego, porque con tanto tiempo, y en las condiciones en que está ya no se puede usar”.

Con 15 días de la salida, y sin control de donde estaba antes, más la forma del empaque en recipientes inapropiados y pegada al hielo, era casi seguro que no sirviera y hubiese hecho hemólisis.

De hecho, Diario Libre mandó la sangre a un laboratorio donde indicaron que estaba llena de agua y que debido al mal estado, no calificaba siquiera para las pruebas correspondientes. Sí le hicieron la tipificación, comprobando que era el mismo tipo que decía la etiqueta.

El doctor Matos Moronta advierte sobre los riesgos para la salud de los pacientes con una sangre que se adquiere en esas condiciones.

“La sangre no puede perder la cadena de frío, la gente puede, intencionalmente, hasta contaminarla. Cuando es para negocio, la persona no va a tener los cuidados que se deben tener de este tejido líquido, la sangre puede perder la cadena de frío, perder los glóbulos rojos, inmunizarse y quién sabe si se contaminó con alguna bacteria”.

Señala que una contaminación que se pase al ser humano con la sangre, el riesgo de muerte “es grandísimo”. “Una sangre contaminada con bacteria, por mala manipulación, esa bacteria va al organismo y la persona tendrá una sepsis severa. Esa sangre también puede estar en proceso de hemólisis, destrucción de los glóbulos rojos por la mala forma de tratarla, y esa hemólisis la sufre el paciente y su sangre se le puede destruir también”, alerta.

Red de contactos y un laboratorio clandestino

Durante un recorrido por algunos centros de Salud, Diario Libre obtuvo de un personal de seguridad del hospital Salvador B. Gautier, el contacto de un hombre que “consigue la sangre”. Tú lo llamas y le dices que es de parte mía”. Al llamar al contacto, éste ofrece el número de otra persona e indica que, una vez la consiga, acuerdan el precio.

Otro personal del Gautier recomienda ir por los alrededores al hospital Francisco Moscoso Puello, porque “ahí es que se mueve eso”. En el patio del centro, las respuestas a las preguntas conducen a los motociclistas de los alrededores. Tras pensarlo mucho, uno se anima a hablar. Empieza preguntando si “ya fueron al banco de la 25 (de Febrero)”.

Luego, ofrece el contacto de alguien, a quien se debía llamar y acordar el precio.

Al llamarlo, la persona se excusa de no poder conseguir el tipo de sangre solicitado, el AB-, porque era muy difícil.

La forma en que estas personas logran acceder a la sangre puede explicarse en un caso que en 2017 procesó la Procuraduría Especializada de Crímenes y Delitos contra la Salud.

Esa unidad del Ministerio Público detectó, junto con el departamento de control migratorio, trata y tráfico de personas de la Policía Nacional, una red que se dedicaba a reclutar personas, tanto dominicanas como haitianas, a las que le pagan RD$1,000 pesos para extraerle sangre que luego comercializaban “con clínicas de estética y de salud privadas del país”.

Según la pieza acusatoria, la red operaba un laboratorio clandestino en la avenida 25 de Febrero # 66, en Santo Domingo Este, donde, en promedio recibían unos 50 donadores por día. El expediente señala que la red tenía un equipo para contactar personas vía teléfono, las que luego se presentaban al lugar o eran buscadas por los operadores de la red en motocicletas o carros y eran llevadas de manera discreta hasta el lugar antes señalado.

Durante un allanamiento en el lugar, las autoridades arrestaron a los esposos Yumilka Ángeles Vicioso y Ribel Manuel Ortiz Martínez, y pocos días después apresaron en una clínica del Distrito Nacional a Arelis Josefina Pimentel, quien era la directora de bioanálisis de ese centro de salud.

El titular de la Procuraduría Especializada de Crímenes y Delitos contra la Salud, Rafael Brito, recuerda que en ese caso, único que han conocido hasta la fecha, determinaron que la sangre se compraba sin ningún rigor clínico y que al momento de los allanamientos encontraron filas de personas esperando para la extracción.

A los tres, le acusaron de violar varios artículos de Ley General de Salud, número 42-01, así como los decretos y normas que regulan el establecimiento de bancos de sangre y servicios de transfusión en el país.

El caso se conoció en un juicio penal abreviado y los tres fueron condenados en 2018 a tres años de prisión, con parte de la pena o la totalidad suspendida, y con multas de RD$50,000 pesos.

En el lenguaje médico, a una persona que vende su sangre se le llama “Donante Pagado” y se duda de ella porque por lo general miente en las entrevistas de control, poniendo en riesgo a cualquiera que pueda usar su sangre.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) llamó en 2009 a los países de las Américas a que apoyen la donación voluntaria y a regular el manejo de sangre, como la única forma de asegurar un abastecimiento seguro y suficiente. Alertaba de los riesgos de la sangre por reposición o remunerada.

“Hay mayor prevalencia de VIH y otros agentes patógenos en la sangre de los donantes remunerados y de reposición, en comparación con los altruistas”, planteaba la OPS. Citaba entonces un estudio realizado en Ecuador que determinó que la sangre procedente de los bancos que dependen 100 % de los donantes de reposición tenía 12,000 veces más probabilidades de dar un resultado positivo a las pruebas del VIH o de la hepatitis B o C, en comparación con la sangre de los bancos que contaban con no menos de 60 % de donantes altruistas.

Matos Moronta cree que en el caso dominicano, este negocio encuentra cultivo en dos factores, la falta de donantes voluntarios, y de cobertura del seguro de salud a ese servicio. Aboga por que se reviertan ambas carencias. Solo el estatal Seguro Nacional de Salud (Senasa) ofrece cobertura por transfusión, no así las aseguradoras privadas.

En el caso específico de la Cruz Roja, que suple casi el 50 % de la sangre que se transfunde en el país, recibe unas 600 personas diarias en ánimos de donar, de las que unas 300 califican. Del total, apenas del 1 % dona de forma altruista, pues el resto lo hace por reposición (aquella que se hace para favorecer a una persona en específico).

Matos Moronta estima que el déficit es de más de 200,000 unidades, aunque señala que, si bien pueden resolver las demandas cotidianas, que al mes rondan entre las 4,500 a 7,000 unidades, no podrían responder ante una catástrofe que requiera mucha sangre de forma urgente.

A nivel nacional, el déficit de sangre anual ronda las 235,000 unidades, calcula el doctor Pedro Sing, director del Hemocentro Nacional, una dependencia del Ministerio de Salud Pública inaugurada en 2019, pero que a la fecha no entra en operación total debido a la falta de insumos y de un software informático.

En el país hay registro de unos 61 bancos de sangre de la red de salud pública más otros 62 a nivel privado. Algunos bancos privados consultados ofrecen la sangre en RD$6,000 la unidad, llevando un donante, y RD$7,000 sin él. En la Cruz Roja se cobra 2,500 a pacientes de hospitales y 2,700 a los de clínicas, dinero que, aclaran, no es por la sangre, sino para cubrir los gastos de tratarla.

Sing aspira a que con la entrada en operación del Hemocentro, que estaría en fase piloto este mes de junio, el ciudadano ya no tendrá que pagar por sangre que estaría siempre disponible, además de que podrán regular los bancos y los clubes de donadores.

El déficit nacional mermó aún más en 2020, debido a la pandemia del COVID-19.

Rosa Rondón, directora del Banco de Sangre del hospital Salvador B. Gautier, cuenta como de unas 300 unidades que captaban mensualmente, bajaron a entre 80 y 100 desde el año pasado, cuando la población fue confinada en sus hogares para evitar el contagio de coronavirus.

En ese centro de salud, con una alta carga de pacientes de escasos recursos, se realizan entre 300 y 500 transfusiones por mes, indica Rondón.

El desbalance de las cifras se acrecienta aún más con el descarte, pues en ocasiones la sangre caduca por procedimientos pospuestos, o resulta positiva a algún patógeno, además de hacer hemólisis, casi siempre por mal manejo durante el traslado.

La crujía

María Nivar llegó a la Cruz Roja a las 6:00 de la mañana de un jueves en busca de dos pintas de sangre para un familiar que tiene interno. Pasado el mediodía, no encontraba aún la primera, pues había llevado cinco donadores y a todos se los rechazaron por no cumplir los requisitos para la donación.

Hasta ella se acercó una persona que le ofreció donar a cambio de RD$2,500 pero ella no tenía para pagarlos.

Entre el grupo también está Puro Jiménez, quien se trasladó desde Villa Altagracia, a casi 40 kilómetros al noroeste de la capital, tratando de conseguir una pinta para una cesárea de su hija.

Aunque llevó un donante, no calificó. Mientras esperaba como resolverlo, se le acercó una persona que le ofreció venderle su donación. “Me pidió 3,000, pero yo le dije que le podía dar 2,000. Luego bajó a 2,500 pero no acepté”, cuenta el señor.

“Pues yo, si me piden un millón, vendo el rancho y lo pago, porque yo lo que necesito es la sangre”, comentó una señora que no quiso ser citada con su nombre.

La necesidad de sangre y la demanda constante, ha llevado a algunas personas a crear listas y club de donadores, aunque no todas funcionan. De una de las listas que circula por redes sociales y WhatsApp, Diario Libre contactó a algunas personas. Una de ellas dijo no saber porque estaban sus datos en esa lista y contó las incomodidades de tener que recibir, incluso en su lugar de trabajo, hasta 10 llamadas al día, solicitándole donación. Otra persona dijo no ser a quien llamaban y que no era donador.

Intentos de fraude en la Cruz Roja

Lucrecia Rosario recuerda el caso de una persona que estaba traficando sangre con el sello de la Cruz Roja, valiéndose de documentos médicos falsos.

El caso se descubrió porque desde un hospital de San Pedro de Macorís se percataron de que una misma persona estaba haciendo entrega constante de pintas, y les resultó sospechoso. Las últimas dos que había entregado habían salido desde la Cruz Roja, pero con rumbo a un hospital y a una clínica del Distrito Nacional.

Rosario dice que cuestionó a la clínica sobre el hecho de que la sangre estuviera en San Pedro y la respuesta fue que no la usaron, pero que la regalaron a una mujer que dijo la usaría en otro hospital de la capital.

Las indagatorias entonces se trasladaron hasta ese centro de salud pública, de donde habían advertido una alta frecuencia de personas buscando sangre.

“El director (del hospital) dijo que creía que algo raro pasaba. Y dijo que los comentarios que había eran que el seguridad tenía un talonario, y cuando un doctor hacía una indicación, ellos le cambiaban el nombre”.

Rosario también narra un episodio con un hombre que dijo ser de un club de donadores de Monte Plata y que acudió hasta ella para proponerle un negocio que ella no quiso escuchar. Pero antes de que el hombre se fuera, le cuestionó sobre sus actividades y se percató, junto al abogado de la Cruz Roja, que cobraba por la sangre que entregaba y que no estaba solo, pues ese día andaba con varias personas en un carro, a los que había llevado a “donar”. El hombre era activo donador por reposición en esa organización, con dos y tres donaciones por año desde 2015.

El caso más reciente ocurrió en mayo. Un señor de nacionalidad extranjera acudió a la Cruz Roja con copias del récord médico de una mujer que, supuestamente estaba internada y requería sangre con urgencia. “Le pedimos que trajera una muestra de sangre de la paciente para hacer el cruce y cuando la entregó, no era de la persona que estaba en el expediente”. La investigación arrojó que la señora que realmente necesitaba la sangre estaba ingresada en un hospital distinto y que, a la que pertenecía el récord, había muerto en febrero.

Rosario explica que, cuando esos casos se descubren, lo único que pueden hacer es tachar a los donadores, porque no tienen cómo procesarlos.

El decreto 349-04 que aprueba el reglamento de habilitación de Bancos de Sangre en el país, establece en su artículo 38 que los Bancos de Sangre y o Servicios de Transfusión se aprovisionarán de sangre humana, sus componentes y derivados a través de donantes voluntarios y no remunerados.

Pero para el vendedor de los alrededores de la Cruz Roja, su actividad es lícita y trata de convencer de ello al comprador.

“No estamos haciendo nada ilegal, todo esto es legal, porque esto es mío y usted está comprando. Esto me costó mi dinero y yo puedo vender esto cuando yo quiera, porque esto es mío, ahora si es robándome algo que yo estoy, ahí sí”, dice y luego procede a ofrecer su contacto para “cualquier otra sangre que requiera”.


Por Tania Molina

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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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