Murió como los héroes griegos, joven. Incólume. Fiel a los principios que le costaron la vida y le abrieron las puertas de la leyenda. Muchos de sus compañeros revolucionarios se olvidaron de sus principios embrujados por el canto de sirena de la “democracia” que reemplazó al régimen de represión e intolerancia de Balaguer en agosto de 1978. La vida es un camino sembrado de tentaciones y trampas que los muertos esquivan.
De alimentar la leyenda Amaury se han encargado sus compañeros de los Comandos de la Resistencia, sus amigos, su viuda y aquel valiente clamor de su madre al darle sepultura: “¡No te apures, mi hijo, tu lucha no será en vano!”. Los detalles de ese aciago día pertenecen a la leyenda. Como el mito, la leyenda no tiene limites.
Los Palmeros constituían la avanzada militar y la logística urbana del coronel Francisco Caamaño, líder militar de la revolución de abril de 1965 que 1967, poco después de la muerte de Ernesto Guevara en Bolivia, había desaparecido en Londres en donde era agregado militar de República Dominicana. Su desaparición se convirtió, durante años, en un misterio que sobrevivió a su muerte el 16 de febrero de 1973 en las montañas dominicanas; un malentendido propio de las circunstancias políticas sembró la duda y prolongó el enigma.
Bosch, por ejemplo, fue víctima durante muchos años de ese malentendido. Dudó que Caamaño liderara el grupo guerrillero que desembarcó en playa Caracoles de Azua el 3 de febrero de 1973. Eran los días de la ruptura Bosch-Peña Gómez. El partido más antiguo de República Dominicana entonces estaba a punto de la escisión que finalmente se materializó en diciembre de ese año con la fundación del PLD.
En efecto, la víspera del desembarco guerrillero relata Bosch: “Vino a mi casa una persona […] que traía un mensaje del coronel Caamaño, quien me mandaba a decir que respaldaba completamente la política del PRD y de manera muy especial la política personal mía […] decía esas palabras, en presencia de Peña Gómez, quien nunca lo ha negado, a esa hora estaba entrando en Playa Caracoles, el mismo día, en ese mismo momento, el coronel Caamaño… Como yo sabía que la persona que me trajo ese mensaje había estado en Cuba y había visto a Caamaño, no podía yo aceptar la idea de que Caamaño estaba en territorio dominicano… Era la noche del 2 de febrero…” El entonces líder del PRD agrega: “el 5 [de febrero] llegó Hugo Tolentino a decirme que se decía que Caamaño estaba en la montaña, yo no podía creerlo, porque no podía creer que Caamaño me hubiera mandado un mensaje para engañarme.” (Obras completas, t. 38, p.361).
Mientras, Bosch acostumbrado a la maledicencia de sus adversarios, nunca dejó de valorar la imagen legendaria del Héroe de Abril. Del reducido grupo que acompañó a Francisco Caamaño en su última campaña militar, tenemos las obras testimoniales de los guerrilleros Hamlet Hermann y Claudio Caamaño.
El desigual combate de Amaury Germán y sus compañeros contra centenares de militares y policías se escenificó hace ya 50 años. La leyenda se ha ocupado de los pormenores del combate y así ha sobrevivido en la memoria de los adolescentes de entonces; como ha sobrevivido también el inesperado anuncio en febrero de 1973 de que Caamaño había desembarcado liderando un reducido contingente guerrillero por playa Caracoles de Azua.
Ambas epopeyas conquistaron las llaves de las puertas de la leyenda. La victoria de los vencidos es casarse con la gloria y esperar como dice Bolívar en el poema de Neruda: “¡Despierto cada cien años cuando despierta un pueblo!”.
La Pax americana cuyas botas pisaron República Dominicana por segunda vez el 28 de abril de 1965 no se satisfizo con dejar instalado un gobierno de tipo autoritario y desató la persecución de los revolucionarios que no entendieron que habían sido derrotados. Una cacería que Peña Gómez en un poema de circunstancia, “Lloran las viejas campanas”, da cuenta de los revolucionarios caídos en los años posteriores a la Revolución de 1965: Otto Morales, Amín Abel; Amaury Germán y su grupo, Caamaño y sus guerrilleros y, como la implacable Pax americana no deja cabos sueltos, Guillermo Rubirosa Fermín en 1978.
La victoria electoral de Antonio Guzmán en mayo de 1978 y los diferentes presidentes que se han sucedido desde entonces, incluido Balaguer en 1986, los 4 gobiernos del PLD y el actual, es la prueba de que el plan de decapitar la izquierda revolucionaria en República dominicana había tenido éxito. La Pax americana sabe que poblar la historia reciente de un país de héroes legendarios es tan peligroso como pensar que un volcán se apaga para siempre.
Por Guillermo Piña-Contreras
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