UN POCO DE HISTORIA DE GAZCUE


En los primeros años del Siglo XX, se llamaba Gascue o Gazcue la porción de terreno donde hoy se encuentra la Plaza de la Cultura, la embajada de los Estados Unidos y el Banco Central. Fue justamente en los terrenos del Banco Central donde se construyó la primera casa de este ensanche que, hasta después de mediados de ese siglo, fue la cuna de la aristocracia capitaleña.
Esta primera vivienda, construida al estilo inglés por el banquero inglés Henry Hunt Gosling Smith (casado con la capitaleña Blanca Petronila Pelegrina Ricart Pérez), consistía en un hermoso “chalet”, como se denominaba, erigido en el centro de la propiedad y rodeado de una copiosa grama verde, árboles y jardines con pendientes al sur.
Por siglos, la élite capitaleña había vivido intramuros y ya a finales del Siglo XIX, la densidad poblacional del casco urbano era tan espesa que, las familias tradicionalmente acomodadas comenzaron a perder un miedo acuñado por cuatro centurias, decidiéndose a salir de las murallas. En ese entonces, San Carlos y Galindo eran poblaciones periféricas. Ciudad Nueva era una zona adosada a la muralla.
En busca de paz y salud empiezan a surgir pequeñas estancias de veraneo más allá de la “Sabana del Estado” o “Ejido de la Sabana”, amplio terreno al oeste de la Puerta del Conde y lugar que se usaba para la caza de palomas y el maroteo de los muchachos, que luego fue convertido en el Parque Independencia. Allí se inauguró en 1824 el Cementerio Municipal de Santo Domingo. A partir de ese espacio surgieron los “caminos” hacia el oeste, posteriormente convertidos en las avenidas Independencia y Bolívar, entre otras. Surgen por supuesto los grandes empresarios inmobiliarios de la época.
Uno de ellos, fue el pionero urbanizador don Pedro A. Lluberes, propietario de grandes extensiones de terreno limitadas al oeste por la “Sabana de Estado” que compró a don Casimiro de Moya; al sur, por la hoy avenida Bolívar hasta la hoy Máximo Gómez, y al norte, lo que es hoy el Palacio Nacional, o los terrenos de “La Generala” (donde a inicios de 1800 estaba la estancia de Josefa Delmonte Pichardo, viuda de Don Juan Sánchez Ramírez, el prócer de la Batalla de Palo Hincado); al este, estaban los terrenos de Marcos Bartolomé Polanco Heneault y más al sur-oeste, junto a “La Primavera”, los terrenos de Enrique Henríquez y Lea de Castro. Esta propiedad que llamó “La Generala”, era asiento de un gran enclave agroindustrial que se extendía hacia el norte hasta La Esperilla, donde se encontraban los potreros que don Pedro llamó “Mis Amores”.
En la primera década del Siglo XX, don Pedro decidió urbanizar esos terrenos agrícolas, dividiéndolos en solares de mil metros cuadrados, con regulaciones contractuales en cuanto al tipo de construcción y exigiendo la conservación de los espacios verdes. También construía viviendas terminadas casi todas con las mismas características y fachada, las cuales tenían una gran demanda en el mercado. Una de las características, eran los sótanos, que sirvieron para salvar muchas vidas en el ciclón de San Zenón.
Hombre amante de su familia, don Pedro reservó en el corazón de estos terrenos un espacio donde erigió “La Aguedita”, un residencial bautizado en honor a su esposa, Agueda Rosa Saviñón Bona, en el que construyó catorce viviendas, una para cada uno de sus hijos. Hoy, “La Aguedita” sigue siendo un oasis en medio del bullicio.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

1 comentarios:

  1. Exelente aporte, estoy haciendo un trabajo sobre eso y me a aparecido que este es el mejor aporte que he viste :)

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