El músico alemán tardó 10 años en escribir su obra maestra
¿Quién no ha escuchado en alguna ocasión las primeras notas de Para Elisa? No sólo es la primera pieza que aprenden a tocar los estudiantes de música, sino que también suele usarse en las esperas telefónicas, y últimamente hasta los celulares prodigan su melodía.
Sin embargo, la obra maestra de Ludwig van Beethoven, es la Novena Sinfonía, también denominada “Sinfonía Coral”, y considerada una de las obras más importante y popular, que con el paso del tiempo se ha convertido en símbolo de la alegría y la libertad. El 7 de mayo de 1824, hace hoy 186 años, y después de 10 años de trabajo, Beethoven dio a conocer al mundo su “Novena Sinfonía”
La presentación tuvo lugar en el Teatro de la Corte Imperial de Viena, abarrotado de celebridades, aristócratas, nobleza y sangre real. La “Novena Sinfonía” se llama Coral por el cuarto movimiento, la famosa Oda a la Alegría, un poema de Friedrich V. Schiller musicalizado por este genio alemán. Nadie quería perderse el estreno de la esperada sinfonía y de la que se presumía sería la última aparición pública del genio alemán, como sucedió, ya que los años siguiente los pasó recluido en su casa hasta el día de su muerte el 27 de marzo de 1827. Esa noche del 7 de mayo Beethoven subió a la tarima de espaldas al público, y no se dió la vuelta ni aún finalizado el recital. Cuando compuso esta obra maestra, su sordera era total, y no podía escuchar absolutamente nada de lo que había creado. Cuando la sinfonía concluyó, el público estalló en aplausos, y una solista alzó el brazo del maestro y lo giró para que viera, entre lágrimas, como el público puesto en pie lo homenajeaba enardecido.
Desde entonces, y durante más de un siglo, la música de Beethoven se silba. Si alguien murmura la Oda a la Alegría de su Novena Sinfonía, “en la que todos los hombres somos hermanos”, sabremos que está contento y quizás silbemos con él. Beethoven nació en Bonn, Alemania, el 16 de diciembre 1770 y murió en Viena, Austria, el 26 de marzo de 1827. Con él se inicia la fase de la música romántica. Nació en el seno de una familia de tradiciones artísticas, es hijo de un tenor, bohemio y bebedor, que enseguida advierte las extraordinarias cualidades de su hijo para la música.
A los 12 años es ya un gran intérprete, tanto con el piano como con el órgano, tocando la viola en la orquesta del archiduque.
Ayudado por su profesor y por algunos aristocráticos personajes, pudo viajar a Viena en 1787, donde la leyenda cuenta que tocó para Mozart, genio indiscutible del momento, quien, asombrado, dijo: “Fijaos en este hombre... dará que hablar al mundo”.
Los grandes directores de orquesta, como Toscanini, Rostropovich, Von Karajan o Barenboim, han considerado un reto interpretar a Beethoven con maestría. Porque su música sigue constituyendo un éxito entre los públicos más diversos.
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