"LA MARCHANTA" PREGONA ARTE EN EL PALACIO DE BELLAS ARTES

Muestra. En variados estilos e interpretaciones una figura de la cultura popular dominicana, hecha pintura, escultura, fotografía e instalación 


 Escrito por: MARIANNE DE TOLENTINO

1. Coco Gontier, 2. Luis Reyes Guzmán, 3
Carlos Redman, 4. Soucy de Pellerano, 5.
Freddy Javier ,6. Freddie Cabral, 7. Leticia
Sánchez Toledo
“Y el mamey ¡qué delicia!/ y el níspero, ¡qué olor!/ y el zapote, ¡qué rico!/ y el guineo, ¡qué sabor!”, esos versos de Ramón Emilio Jiménez podrían ser pregón de la marchanta vendiendo frutas, una realidad y estampa de la cotidianidad criolla. “La marchanta, figura de la cultura popular dominicana” es la nueva exposición de la Galería Nacional de Bellas Artes, y vemos cómo un tema tan tradicional, anclado en los usos y costumbres de antaño, sigue motivando a los artistas de hoy.

Los expositores suman más de sesenta, desde las personalidades consagradas de nuestra plástica hasta jóvenes noveles: la impresionante muestra ha querido expresar que el “costumbrismo” perdura, pero se traduce de manera muy diversificada, según las categorías, la experiencia y el oficio de los creadores. “La marchanta” enseña, por la cantidad y la variación de las participaciones, el interés siempre vivo de los artistas por las vivencias vernáculas: la institución de Bellas Artes ha querido dar testimonio de esa permanencia, hasta en las últimas generaciones.

Siendo probablemente una primicia en su propuesta precisa, esta colectiva original, que también ha recibido la valiosa colaboración del Museo Bellapart y de la familia de Cándido Bidó, descansa en el  extraordinario entusiasmo de un coleccionista que se ha propuesto conseguir decenas de piezas en torno a la marchanta y su interpretación en el arte dominicano, sin una discriminación por tendencias ni por notoriedad. Milton Lora, comunicativo, alegre y convincente, es ese coleccionista especial y curador principal de la exposición: él ha dedicado meses a la búsqueda de obras y al diálogo con sus autores, como lo había hecho anteriormente con una sorprendente colección de buhos… Generosamente, ha prestado ese “pequeño tesoro” –así lo consideramos– pacientemente reunido y además ofreció una cooperación activa a la organización del evento. ¡Hasta llegó a realizar una instalación de flores y hortalizas!

 Una exposición diferente. La exposición se presenta en el Salón de la Cúpula y dos salas aledañas, con una museografía sencilla sin pretensiones escenográficas.

 Los grandes cuadros –en un sentido de formato y/o de renombre de sus autores– se exhiben en los dos vastos muros principales, pero –de acuerdo a una práctica ya establecida en la galería– cada expositor dispone de un espacio equivalente, aparte de que un conjunto como este requiere una mirada metódica e individualizada.

 Luego, esa colectiva familiar se presta óptimamente para que los escolares la visiten y se les ofrezca talleres de dibujo y pintura.  Ciertamente, esta colección y algunas obras que se le han agregado, conforman una muestra distinta, compuesta en su mayoría de pequeños formatos, trabajados según una paleta que se apropia de los colores reales  o los reinventa, extraños y autónomos, variando igualmente texturas y relieves –llegando a la esculto pintura–.

La visión interior se une a la observación del modelo: no dejamos de pensar que, más allá de un mimetismo de lo natural, cual sea el estilo del autor, los motivos se convierten en estudios y observación, o pretextos y metamorfosis, con el propósito de elaborar formas, espacios y atmósfera.

Apreciamos esas modalidades en las pinturas, los dibujos y las pocas esculturas presentadas, ¡mientras a última hora se sumaron fotografías, una instalación y un mural! Creativas, ricas e ingeniosas, descriptivas o sugerentes, son esas marchantas, donde se insiste más en la canastera o en la canasta, a veces desapareciendo la una o la otra.

Observamos que, si las marchantas no son tantas como antes, ellas han sobrevivido a la tecnología, y la pobreza que simbolizan esas vendedoras callejeras todavía existe... aunque los productos no siempre son los mismos.

 Las chucherías pueden sustituir a las flores y las frutas: ¡el plástico las vuelve eternas! Así mismo, hay vendedores, cada vez hay más hombres, ya que la carretilla arrastrada por un caballo famélico o el triciclo oxidado –¡excepcionamente provisto de un altoparlante!– han competido exitosamente con la canasta. Hasta los camiones, cargados de frutos, han hecho su aparición, pero pertenecen a otra categoría de comercio ambulante, que nuestros artistas no han plasmado…

Ahora bien, más allá del drama social y el subempleo reinante, son ciertamente importantes figuras de la cultura popular. Sin embargo, convertida en obra de arte, infinita en sus variaciones según los artistas, “La marchanta” es una declaración de la identidad que no se debe perder y propicia interpretaciones infinitas, que seducen y dan a pensar.

Aquí participan maestros y aprendices, consagrados – con algunas obras maestras extraordinarias–  y emergentes… muchos, sin embargo percibimos en cada una de estas obras, la sensibilidad del autor, la sinceridad de su inspiración, la fe en su pueblo.  A pesar de la afirmación de que los géneros tradicionales han muerto o deben morir –¿no se han atrevido a proclamar el fin de la pintura?–, reviven siempre, aves fénix de las artes visuales... Lo que ha cambiado es su enfoque, su interpretación. Esta exposición de “La marchanta” ofrece, pues, ejemplos que prueban la supervivencia obstinada de un arte plasmando oficios seculares humildes, en una época que “pregona” la globalización y una aceleración tecnológica arrebatadora.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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