A 51 AÑOS DE LA DICTADURA DE TRUJILLO, EL PAÍS REGISTRA POCO AVANCE INSTITUCIONAL

República Dominicana se proyecta dividida en dos segmentos sociales, uno poblado por gente carente de todo, y otro por corruptos y millonarios que frenan el desarrollo 


 Escrito por: Rafael P. Rodríguez


No lo vino a decir un emisario de Corea del Norte, no lo proclamó Chávez en su encendido verbo  latinoamericano, no lo decidió la izquierda revolucionaria y ni siquiera la vergonzante. Lo dedujo fácilmente, apoyado en cifras lacerantes, el representante del Banco Mundial, una organización para nada sospechosa de devaneos tercermundistas. Es más bien uno de los gendarmes económicos de las potencias y especialmente, de Estados Unidos.

 República Dominicana, aunque no lo pronunció con estas exactas palabras, es una dualidad, un fenómeno como el rostro de Jano, que integran dos países. En uno de estos países hay una pronunciada inequidad, en el otro abunda todo.

En uno de estos países hay una pronunciada inequidad, en el otro abunda todo. Uno vive como puede, el otro se encuentra plagado de corrupción que pasa por el tráfico de influencia, de drogas, y el uso del Estado para el enriquecimiento ilícito.

En uno de estos países, que constituye una forma monstruosa de existencia, la gente a duras penas sobrevive. El otro se la pasa saboreando el mundo sibarita de la globalidad, del ensueño, del placer ilimitado a costa de la indigencia de las grandes mayorías.

Los proyectos de quienes dirigen ese despropósito son primeramente personales y consisten en hacerse de recursos ingentes y cada vez más ambiciosos, a costa del Estado corrompido hasta la médula.

Nada ha cambiado significativamente desde el desplazamiento limitado de la tiranía.

No ha habido política social en medio siglo de una “democracia” de carácter puramente mediático que ha levantado los bonos de una clase media ambiciosa, subida inescrupulosamente con los bienes  del pueblo.

Ninguno de los partidos que han accedido al poder se ha propuesto una política equilibrada, con un presupuesto socialmente pensado.

Cada quien individual y colectivamente busca lo suyo y no para mañana o para más tarde, sino para ahora mismo.

La manera en que se producen las acumulaciones originarias, es decir los capitales que se destinarán a competir en los nuevos mercados de los nuevos ricos, constituyen hoy la envidia de la “cosa nostra”.

Se da el caso de una organización partidaria, todos saben de cuál se trata, que se constituye en una empresa distribuidora de riqueza estatal a la mera pero corregida y aumentada como lo hacía la dictadura.

Durante toda la Era de Trujillo, tres décadas oscuras y lóbregas, el Partido Dominicano  era menos que una organización destinada a tratar las cuestiones políticas que corresponde a la naturaleza de este tipo de formaciones, un empleador más como si se tratara de una industria.

De ese modo y, por vía de lo económico, se mantenía un control político de la gente atada a la condición de “protegido” o de chivato, entre otras aberraciones del ejercicio.

Pocas prácticas han cambiado a cincuenta años de aquella tragedia colectiva en la que se envilecieron muchos dominicanos para poder ejercer la vida en medio de un régimen de corte feudal con derecho a pernada y todo.

(La pernada era el privilegio que tenía el señor feudal de arrebatarle la virginidad a la hija del siervo de la gleba, su “protegido”).

Confundida y espoleada por  el sentido común, que suele traicionar y trastornar la visión de los acontecimientos en su secreto fluir, mucha gente, comprensiblemente, la carga contra un ladroncillo que intenta robarse cualquier cosa para sustentar su miseria. Más no la emprende  contra los grandes asaltantes del erario que, no menos comprensible, andan artillados, blindados y protegidos de toda perturbación y que nunca fallecen en los intercambios policiales que ejerce gozosamente esa institución.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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