Escrito por: José Antonio Torres
(joseatorres1960@hotmail.com)
En la última década ha ganado espacio la tendencia de hacer periodismo desde las redacciones de los medios de comunicación, e incluso en la televisión está cobrando cuerpo sacar al aire llamadas telefónicas con una foto del corresponsal o la persona que ofrece la información.
Nada, más antiperiodismo que ese tipo de hacer periodismo.
Algunos justifican esa vagancia con el argumento de que hay que salir primero que la competencia a las calles, aun sacrificando la calidad de la información y el prestigio del medio.
La mayoría de los que cubren fuentes, han formado “corporaciones” entre ellos para evitar los “palos” de antaño. ¡Qué buenos tiempos aquellos! Además, se conforman con las notas redactadas por las oficinas de relaciones públicas, obviando que se trata de partes interesadas ante cualquier conflicto.
Donde el caso se agrava es en la Policía, ya que los medios les han dado fe pública a esta institución, divulgando sus notas de prensa, sin molestarse por contactar las partes afectadas.
El tiempo nos ha robado la sensibilidad, y la vocación de servicio, al parecer, la inversión de valores que permea la sociedad también llegó a los periodistas.
Los problemas sociales dejaron de ser tema entre comunicadores, y ahora las discusiones se centran en quién dispone del último celular del mercado o del más reciente modelo de vehículo. Son pocos los que van al lugar de los hechos tras una noticia, eso es cosa del pasado, o de periodistas pariguayos.
Desde que comenzamos a usar trajes o vestidos de lino, nos molesta el candente sol, y preferimos la Internet, las redes sociales, el BlackBerry o la simple nota de prensa. Poco importa el pensar de la gente que no tiene acceso a estos mecanismos de modernidad.
Ese es el triste periodismo que se está ejerciendo. Y claro que es triste. Porque esa manera de asumir la obligación ética de informar, viene extendiéndose por las salas de redacción de los medios y oficinas de relaciones públicas, donde también debería hacerse periodismo.
(joseatorres1960@hotmail.com)
En la última década ha ganado espacio la tendencia de hacer periodismo desde las redacciones de los medios de comunicación, e incluso en la televisión está cobrando cuerpo sacar al aire llamadas telefónicas con una foto del corresponsal o la persona que ofrece la información.
Nada, más antiperiodismo que ese tipo de hacer periodismo.
Algunos justifican esa vagancia con el argumento de que hay que salir primero que la competencia a las calles, aun sacrificando la calidad de la información y el prestigio del medio.
La mayoría de los que cubren fuentes, han formado “corporaciones” entre ellos para evitar los “palos” de antaño. ¡Qué buenos tiempos aquellos! Además, se conforman con las notas redactadas por las oficinas de relaciones públicas, obviando que se trata de partes interesadas ante cualquier conflicto.
Donde el caso se agrava es en la Policía, ya que los medios les han dado fe pública a esta institución, divulgando sus notas de prensa, sin molestarse por contactar las partes afectadas.
El tiempo nos ha robado la sensibilidad, y la vocación de servicio, al parecer, la inversión de valores que permea la sociedad también llegó a los periodistas.
Los problemas sociales dejaron de ser tema entre comunicadores, y ahora las discusiones se centran en quién dispone del último celular del mercado o del más reciente modelo de vehículo. Son pocos los que van al lugar de los hechos tras una noticia, eso es cosa del pasado, o de periodistas pariguayos.
Desde que comenzamos a usar trajes o vestidos de lino, nos molesta el candente sol, y preferimos la Internet, las redes sociales, el BlackBerry o la simple nota de prensa. Poco importa el pensar de la gente que no tiene acceso a estos mecanismos de modernidad.
Ese es el triste periodismo que se está ejerciendo. Y claro que es triste. Porque esa manera de asumir la obligación ética de informar, viene extendiéndose por las salas de redacción de los medios y oficinas de relaciones públicas, donde también debería hacerse periodismo.
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