Tomás González, 2 veces 4to. |
LONDRES. La tradición olímpica de premiar con medallas a los tres finalistas mejor colocados, es una de esas típicas arbitrariedades que pasan por justicia, especialmente irritantes para quienes quedaron en cuarto lugar.
El atleta chileno Tomás González, que ha puesto a la gimnasia de su país en el primer plano internacional, es el príncipe del cuarto puesto, ya que se quedó a las puertas del podio en dos ocasiones estos juegos, en suelo y en salto.
La tradición moderna nació en 1904, en los Juegos de St. Louis, Estados Unidos, que distribuyó por primera vez medallas de oro, plata y bronce. Al institucionalizarse el podio de tres puestos y tres metales, el Comité Olímpico Internacional lo extendió retroactivamente a los juegos anteriores.
El podio de tres también tiene su lógica si tomamos en cuenta la estrecha relación entre deporte y educación Muchos de los primeros organizadores del movimiento olímpico fueron educadores, comenzando por el propio barón Pierre de Coubertin, que trabajó incansablemente para que las escuelas francesas incluyesen la educación física en sus currículos.
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