POR LIGIA MINAYA
Queridos hijos e hijas:
Me voy. Volveré cuando sepan dónde están guardados los útiles de limpieza. Cuando sepan usar la lavadora, cuando sepan con anterioridad cuándo se acabará la pasta de dientes, el papel sanitario, el baño está sucio y las toallas también. Cuando sepan para qué se utiliza la escoba, la aspiradora y el suaper. Volveré cuando estén dispuestos a reconocer mis derechos. Cuando me necesiten solo para compartir. Ya sé que me echarán de menos, estoy segura. También yo a ustedes. Pero tan solo desapareciendo podré llenar los huecos que su cariño me produce. Solo podré saber que me quieren cuando no tengan necesidad de mí para comer, para lavar la ropa, tender la cama o para limpiar su habitación. Ya no quiero ser reina de la casa como lo fui hasta ahora. Estoy harta, me he cansado de tantas responsabilidades y he caído en cuenta que si sigo jugando el papel de super-madre no lograré inculcarles más que una mentalidad de esclavos. Y los quiero libres, suficientes y autónomos.
Ya sé que su comportamiento no ha sido más que dejarse llevar por la rutina. Por eso quiero poner tierra por medio. Si me quedo, seguiré poniéndoles todo al alcance de la mano, jugando mi papel de omnipresente. Eso me parece una trampa peligrosa tanto para ustedes como para mí. Palabra de honor que no me voy por el cansancio, aunque sea una lata dormirme cada noche pensando en la comida del día siguiente, hacer la compra y ver un velo de polvo en los muebles cuando me siento un rato en el sofá. Pero no solo por eso. Me voy para enseñarlos a compartir, pero sobre todo a ver si aprendo a delegar. Porque si lo consigo no volveré a sentirme culpable cuando ustedes no saquen notas excelentes o cuando se queme el arroz o cuando no tengan la ropa planchada para ponérsela.
La culpa es solo mía. Así, desapareciendo yo por un buen tiempo, se darán cuenta de que el reinado doméstico es fácilmente derrocable y, quizás, yo pueda aprender la humildad necesaria para ser, cuando vuelva, una más entre la plebe. Cuando encuentren las tijeras, laven los platos, arreglen la cama, limpien los muebles, preparen su desayuno, no dejen de avisarme. Seguramente que yo habré aprendido a no ser excesivamente buena. Puede ser que ese día nos vamos a querer más y mejor.
Besos, Mamá.
P.D. Hijos míos, mediten un poco antes de calificar esto como una veleidad "feminista", al estilo de lo que ustedes entienden como feminismo cuando pelean para de fregar los platos.
Punto y seguido: Esta carta, como otras tantas cosas, la encontré buscando algo muy distinto, sin embargo tiene una actualidad tan real y verdadera que vale la pena ponerla en un lugar visible. ¿Quizás en la puerta de la nevera? Dios las ampare mujeres que trabajan dentro y fuera de la casa. A pesar del feminismo que utiliza la mayoría, y de tener una sirvienta todo el día, la casa es algo que no tiene fin en la limpieza y cocinar cuesta tres veces al día. ¡Carajo...! Aquí en USA, que te limpien la casa una vez por semana cuesta un dineral.
Queridos hijos e hijas:
Me voy. Volveré cuando sepan dónde están guardados los útiles de limpieza. Cuando sepan usar la lavadora, cuando sepan con anterioridad cuándo se acabará la pasta de dientes, el papel sanitario, el baño está sucio y las toallas también. Cuando sepan para qué se utiliza la escoba, la aspiradora y el suaper. Volveré cuando estén dispuestos a reconocer mis derechos. Cuando me necesiten solo para compartir. Ya sé que me echarán de menos, estoy segura. También yo a ustedes. Pero tan solo desapareciendo podré llenar los huecos que su cariño me produce. Solo podré saber que me quieren cuando no tengan necesidad de mí para comer, para lavar la ropa, tender la cama o para limpiar su habitación. Ya no quiero ser reina de la casa como lo fui hasta ahora. Estoy harta, me he cansado de tantas responsabilidades y he caído en cuenta que si sigo jugando el papel de super-madre no lograré inculcarles más que una mentalidad de esclavos. Y los quiero libres, suficientes y autónomos.
Ya sé que su comportamiento no ha sido más que dejarse llevar por la rutina. Por eso quiero poner tierra por medio. Si me quedo, seguiré poniéndoles todo al alcance de la mano, jugando mi papel de omnipresente. Eso me parece una trampa peligrosa tanto para ustedes como para mí. Palabra de honor que no me voy por el cansancio, aunque sea una lata dormirme cada noche pensando en la comida del día siguiente, hacer la compra y ver un velo de polvo en los muebles cuando me siento un rato en el sofá. Pero no solo por eso. Me voy para enseñarlos a compartir, pero sobre todo a ver si aprendo a delegar. Porque si lo consigo no volveré a sentirme culpable cuando ustedes no saquen notas excelentes o cuando se queme el arroz o cuando no tengan la ropa planchada para ponérsela.
La culpa es solo mía. Así, desapareciendo yo por un buen tiempo, se darán cuenta de que el reinado doméstico es fácilmente derrocable y, quizás, yo pueda aprender la humildad necesaria para ser, cuando vuelva, una más entre la plebe. Cuando encuentren las tijeras, laven los platos, arreglen la cama, limpien los muebles, preparen su desayuno, no dejen de avisarme. Seguramente que yo habré aprendido a no ser excesivamente buena. Puede ser que ese día nos vamos a querer más y mejor.
Besos, Mamá.
P.D. Hijos míos, mediten un poco antes de calificar esto como una veleidad "feminista", al estilo de lo que ustedes entienden como feminismo cuando pelean para de fregar los platos.
Punto y seguido: Esta carta, como otras tantas cosas, la encontré buscando algo muy distinto, sin embargo tiene una actualidad tan real y verdadera que vale la pena ponerla en un lugar visible. ¿Quizás en la puerta de la nevera? Dios las ampare mujeres que trabajan dentro y fuera de la casa. A pesar del feminismo que utiliza la mayoría, y de tener una sirvienta todo el día, la casa es algo que no tiene fin en la limpieza y cocinar cuesta tres veces al día. ¡Carajo...! Aquí en USA, que te limpien la casa una vez por semana cuesta un dineral.
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