POR CARLOS DE LOS ÁNGELES
He sido un crítico acerbo del uso indebido de psicofármacos y de los diagnósticos alegres por simplemente estar a la moda.
Nuestro "pelotero de la Patria" acaba de ser suspendido por 105 juegos. Casi como decirle que su carrera terminó de manera vergonzosa. Pero, la historia no debe terminar así debido a varios mandatos éticos a tomar en consideración.
Miguel Tejada le dijo a ESPNdeportes: "Admito que cometí un error, pero quiero que la gente entienda una cosa: no estaba consumiendo una droga para tener ventaja en el terreno de juego, ni ser más fuerte o pegar más cuadrangulares...". El toletero dominicano quiso dejar en claro que la sustancia a la que dio positivo, Adderall, la necesita para su diario vivir. "La he estado usando (Adderall) por los últimos cinco años, y tenía permiso de los médicos de Grandes Ligas".
El Adderall es una mezcla de dos sales de anfetaminas con un alto potencial de producir adicciones, y es aquí donde surgen las reflexiones éticas sobre el caso de Tejada.
El "pelotero de la Patria" tenía derecho a ser informado por los médicos de las Ligas Mayores sobre el peligro de que el uso prolongado del Adderall lo haría adicto a las anfetaminas, una adicción igual o peor que la producida por la cocaína. Pero, ademas, había riesgo de hipertensión arterial e infarto cardíaco. En su caso, la administración de anfetaminas era para un supuesto Trastorno por Déficit de Atención (Un diagnóstico cuestionable a la edad en que se le "descubrió" a Tejada), y durante cinco largos años es indicativo de Yatrogenia, esto es, que los médicos con sus tratamientos produjeron un estado patológico peor que aquello que intentaban curar o controlar. Pero, también se causa cuando se diagnostica a personas sanas con una enfermedad que no padecen.
¿Cómo es posible que después de cinco años de uso diario de Adderall, se le niegue el permiso de repente y sin un proceso de desintoxicación o de retirada gradual de por medio? Esto parece rozar el límite entre un acto médico y un acto cuasi criminal por su inhumanidad. Sobre todo si no se le informó de los riesgos que corría tomando esa bomba de tiempo que es el Adderall o cualquier otra anfetamina.
Tejada ha dicho que: "sin embargo, mi último permiso expiró el pasado 15 de abril, y no quisieron extenderme otro. Yo sabía que sin permiso me arriesgaba a romper las reglas, pero al mismo tiempo, no podía dejar de usar el medicamento porque sufro de Desorden de Déficit de Atención. No es un vicio, es una enfermedad".
"Es lamentable que las cosas hayan pasado así, pero quiero que la gente esté clara sobre mi padecimiento, que afecta a muchas otras personas en el mundo. Cuando no tomo mi medicamento, no me puedo enfocar correctamente, e incluso olvido cosas con mucha facilidad", aclaró Tejada.
Habrá que preguntarse si esos síntomas estaban presentes desde la temprana infancia o se presentaron luego de administrarle las anfetaminas, pues esos son de los síntomas característicos que sufre el paciente al dejar de tomar dichas drogas.
También hay que preguntar si entre esos médicos alguno era psiquiatra con capacidad para hacer ese diagnóstico y ejecutar un tratamiento tan peligroso.
Desde este punto de vista, y bajo el supuesto de que las cosas sucedieron de ese modo, entonces se está victimizando dos veces a Miguel Tejada, primero por un tratamiento extremadamente nocivo, quizás sin el debido consentimiento informado, y segundo, por una sanción ante un consumo de anfetaminas autorizado por las Grandes Ligas.
Los culpables serían los médicos de las Ligas Mayores, que le crearon una adicción a Tejada, aparte de que es el pelotero quien estaría en condición para incoar una demanda contra MLB y sus doctores.
Algo huele mal en las Grandes Ligas.
He sido un crítico acerbo del uso indebido de psicofármacos y de los diagnósticos alegres por simplemente estar a la moda.
Nuestro "pelotero de la Patria" acaba de ser suspendido por 105 juegos. Casi como decirle que su carrera terminó de manera vergonzosa. Pero, la historia no debe terminar así debido a varios mandatos éticos a tomar en consideración.
Miguel Tejada le dijo a ESPNdeportes: "Admito que cometí un error, pero quiero que la gente entienda una cosa: no estaba consumiendo una droga para tener ventaja en el terreno de juego, ni ser más fuerte o pegar más cuadrangulares...". El toletero dominicano quiso dejar en claro que la sustancia a la que dio positivo, Adderall, la necesita para su diario vivir. "La he estado usando (Adderall) por los últimos cinco años, y tenía permiso de los médicos de Grandes Ligas".
El Adderall es una mezcla de dos sales de anfetaminas con un alto potencial de producir adicciones, y es aquí donde surgen las reflexiones éticas sobre el caso de Tejada.
El "pelotero de la Patria" tenía derecho a ser informado por los médicos de las Ligas Mayores sobre el peligro de que el uso prolongado del Adderall lo haría adicto a las anfetaminas, una adicción igual o peor que la producida por la cocaína. Pero, ademas, había riesgo de hipertensión arterial e infarto cardíaco. En su caso, la administración de anfetaminas era para un supuesto Trastorno por Déficit de Atención (Un diagnóstico cuestionable a la edad en que se le "descubrió" a Tejada), y durante cinco largos años es indicativo de Yatrogenia, esto es, que los médicos con sus tratamientos produjeron un estado patológico peor que aquello que intentaban curar o controlar. Pero, también se causa cuando se diagnostica a personas sanas con una enfermedad que no padecen.
¿Cómo es posible que después de cinco años de uso diario de Adderall, se le niegue el permiso de repente y sin un proceso de desintoxicación o de retirada gradual de por medio? Esto parece rozar el límite entre un acto médico y un acto cuasi criminal por su inhumanidad. Sobre todo si no se le informó de los riesgos que corría tomando esa bomba de tiempo que es el Adderall o cualquier otra anfetamina.
Tejada ha dicho que: "sin embargo, mi último permiso expiró el pasado 15 de abril, y no quisieron extenderme otro. Yo sabía que sin permiso me arriesgaba a romper las reglas, pero al mismo tiempo, no podía dejar de usar el medicamento porque sufro de Desorden de Déficit de Atención. No es un vicio, es una enfermedad".
"Es lamentable que las cosas hayan pasado así, pero quiero que la gente esté clara sobre mi padecimiento, que afecta a muchas otras personas en el mundo. Cuando no tomo mi medicamento, no me puedo enfocar correctamente, e incluso olvido cosas con mucha facilidad", aclaró Tejada.
Habrá que preguntarse si esos síntomas estaban presentes desde la temprana infancia o se presentaron luego de administrarle las anfetaminas, pues esos son de los síntomas característicos que sufre el paciente al dejar de tomar dichas drogas.
También hay que preguntar si entre esos médicos alguno era psiquiatra con capacidad para hacer ese diagnóstico y ejecutar un tratamiento tan peligroso.
Desde este punto de vista, y bajo el supuesto de que las cosas sucedieron de ese modo, entonces se está victimizando dos veces a Miguel Tejada, primero por un tratamiento extremadamente nocivo, quizás sin el debido consentimiento informado, y segundo, por una sanción ante un consumo de anfetaminas autorizado por las Grandes Ligas.
Los culpables serían los médicos de las Ligas Mayores, que le crearon una adicción a Tejada, aparte de que es el pelotero quien estaría en condición para incoar una demanda contra MLB y sus doctores.
Algo huele mal en las Grandes Ligas.
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