Ya no se brinda por la mujer

POR LIGIA MINAYA

Las canciones por el desamor han dejado su encanto. Se ha perdido el romántico sentimiento que llevaba al hombre a escuchar una y otra vez: "Brindemos por amor hoy que me encuentro triste, brindemos por amor a la que quise mucho, brindemos por amor aunque no vuelva a verla, aunque mañana tenga que andar llorando mucho por ese ingrato amor..." Así, las flores del olvido ya han dejado caer sus pétalos en "la cabaretera, no olvides que te quiero..." y también en la "arrabalera" que en la voz del mexicano Fernando Fernández se escuchó tantas veces en la radio. Ya no sangra la herida, "por el amor de una mujer he dado todo lo que fui, lo más hermoso de mi vida...", eso que alborotaba los sentidos y hacía perder la cabeza entre el ron y las cervezas.

Ya la mujer, al dejar al borde del camino a ese hombre con el que vivió tantos años, no es "como espuma que en él se lleva el caudaloso río..." ni "flor de azalea, a la que la vida en su avalancha lo arrastró..." y tampoco ese hombre puede encontrar "ni protección, ni abrigo, donde curar su corazón herido por el dolor..." "Ni su sonrisa, refleja el paso de las horas muertas, ni su mirada la más terrible desesperación...". Ya no se redimen las penas de amor, ni se le susurra al oído a esa mujer: "...un verde de ajenjo tienen tus ojeras, sabor a morfina tu boca sensual, opio soñoliento por tu ser destila que adormece el alma en grato sopor. Yo adicto al veneno que me da la vida, un día cualquiera me alejaré de ti, pero iré buscando con placer dormido, la droga maldita que llevas en ti...". Aunque haya amargura, ya no se le canta a la mujer que lo sostiene.

Se ha perdido en el espacio del hombre de hoy las canciones que respondían al desamor, a aquella mujer que le dejó el corazón hecho jirones. En él se fueron las noches borrachas de amor y quejas. Se escondieron los bailes con pasos amoldados por notas musicales. Se rompió ya el manto sagrado que cubría a la amada en "el cuartito está igualito...". Así se han apagado los ecos de un barrio por donde escapaban los ardores y caricias. Se extravió la guitarra melodiosa, la serenata complaciente, la dedicatoria personal y la ventana que se abría con un beso agradecido. Se ha perdido el perdón y la reconciliación, la voz complaciente con libertad y gozo, las ofrendas luminosas y el placer de los sentidos. Se han ido con la silueta de la mujer amada y con esa escapada llegó el odio que fue creciendo con pasos firmes y profundos hasta llegar a la agresión.

Ya el hombre de hoy no se amarga por la mujer amada con canciones, como se hacía antes. Ya la mujer no es la "viajera que va por tierra y por mar, dejando en los corazones, latir de pasión, vibrar de canción y luego mil decepciones..." Y el hombre no le dice: "A mí me tocó quererte también, besarte y después perderte. Dios quiera que al fin regreses también y entonces quieras quedarte...". Hoy día, cuando la mujer quiere irse por múltiples razones, es insultada y golpeada hasta matarla. ¡Oh mi Dios... quiero que vuelvan las canciones para despedir al amor!
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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