La guerra perdida del dictador Rafael Leonidas Trujillo contra la prostitución

Rafael Leónidas Trujillo mientras bailaba en unas
de las fiestas que encabezaba durante su dictadura de 31 años. 
SANTO DOMINGO. Pese a que tomó medidas para contrarrestar la prostitución, que pululaba en áreas de Santo Domingo y “zonas de tolerancia” de diversas ciudades y era frecuente “piedra de escándalo”, el dictador Rafael L. Trujillo no logró erradicar la práctica en la república que controlaba férreamente.

En la Ciudad Trujillo, la mayoría de los “cafetines” operaba a sus anchas en la parte alta. Abundaban lupanares en calles como la Bartolomé Colón, Francisco Henríquez y Carvajal, Cachimán, Paraguay, María de Toledo, Eusebio Manzueta, Moca, Barahona, Hilario Espertín, José de Jesús Ravelo, Vicente Celestino Duarte, Juan Isidro Pérez, María Montés, José Trujillo Valdez, Delmonte y Tejada, Jacinto de la Concha, San Martín y otras vías.

Con frecuencia el gobierno recibía denuncias sobre el accionar de las cabareteras, proxenetas y “maipiolos” en la capital, Pedernales, Hato Mayor, Paraíso, Cotuí, Moca, San Juan de la Maguana, La Vega, Santiago, Neyba, Azua e Higüey.

Las denuncias sobre los escándalos originados en burdeles e inmediaciones presionaban a la dictadura, que recibía frecuentes quejas a través de la Secretaría de Guerra, la Marina y la Aviación, el Servicio de Inteligencia Militar, el servicio de inteligencia del Ejército, la Policía Nacional e Interior y Policía, los ayudantes del “generalísimo” Trujillo, el secretario de Estado de la Presidencia y los medios la prensa.

El 24 de noviembre de 1956, Joaquín Balaguer, secretario de Estado de la Presidencia, le remitió al secretario de Salud Pública un expediente sobre el negocio que se producía en un bar situado en la calle Bartolomé Colón esquina Francisco Henríquez y Carvajal, el cual se había convertido en el “terror de las familias honestas”.

El futuro presidente señalaba que en ese antro se producían habituales bullicios y reyertas, muchas veces a mano armada, promovidos por mujeres de vida licenciosa y hombres de mala reputación.

Además, en un “Foro público” del 25 de octubre del 1954, un hombre identificado como José del Carmen Valenzuela denunció los cafetines Carta Blanca y Carta Dorada.

Disposiciones en contra

El 28 de febrero de 1958 el régimen, encabezado formalmente por Héctor B. Trujillo, hermano del tirano, promulgó la ley número 4862 que establecía medidas y sanciones contra la práctica de la prostitución y la declaraba atentatoria contra la higiene social y las buenas costumbres.

Sin embargo, la disposición apenas se mantuvo unos días, ya que el 10 de marzo Héctor B. Trujillo le solicitó al presidente del Senado su derogación en todas sus partes.

Según un testigo de la época, Trujillo hizo derogar la ley porque “la economía no aguantó” el cierre de los lupanares.

Herminia, Cambumbo y otros

El legendario prostíbulo Herminia (realmente llamado Night club Borínquen) cuya vigencia se sostuvo durante varias décadas empezó sus operaciones en un pequeño local, ubicado en la calle Mauricio Báez, cuando la capital dominicana llegaba hasta la avenida San Martín.

“Herminia era un cafetín, en la zona de Borojol, Villa Francisca, que era un ambiente de son. Ella comenzó con una especie de casa de citas, que funcionaba en la parte trasera de un pequeño restaurante, que tenía reservados”, comentó un habitúe.

Y además agregó: “Si ibas a sacar a una de las muchachas, tenías que comprar una baraja. Se anotaba el nombre de la baraja (que identificaba al cliente) y la hora de salida. Cuando volvía se anotaba la hora de retorno, se calculaba el tiempo y se cobraba... El prostíbulo tenía que suministrar informaciones al SIM”.

Otro establecimiento famoso era el Hotel Londres, aún vigente, sito en la avenida San Martín. También tuvo mucha aceptación el Maxin’s, en la avenida Máximo Gómez. En la época, no existían moteles y ambos negocios tenían reservados.

Centros de diversiones

La bohemia no solo se expresaba en los lupanares, entre acordes de velloneras, la lujuria y el alcohol. En la dictadura existieron otras clases de centros de diversiones en Santo Domingo como el Típico B y el Típico Quisqueyano. En la zona de la Feria Ganadera operaron con mucho éxito varios restaurantes, entre ellos el Hollywood, El Pony y El Cortijo.

En La Voz Dominicana

El general Arismendy (Petán) Trujillo, hermano del dictador, tenía su propio night club en La Voz Dominicana. Fernando Casado, autor del libro Palabra, canto y testimonio, contó que solo podían asistir al excepcional centro recreativo las personas de las “clases sociales superiores”.


Por Emilia Pereyra
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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