Cuando Balaguer no pudo ser candidato

Historia viva. Estos son los hechos y sus consecuencias. El 18 de enero de 1962 el presidente Joaquín Balaguer tuvo que asilarse en la Nunciatura, en medio de una crisis política y una poderosa movilización de masas que lo expulsaron del poder.

El 7 de marzo salió al exilio autorizado por el Consejo de Estado presidido por el licenciado Rafael Bonelly y controlado por la Unión Cívica Nacional. Balaguer se instaló en Nueva York, pero con la mira puesta en su anhelo de siempre, la Presidencia de la República.

Balaguer contaba con sus agentes en el país. Uno de ellos era el señor Nicolás Silfa, uno de los tres integrantes de la avanzada del Partido Revolucionario Dominicano que arribó al país el 5 de julio de 1961. A poco andar, Silfa encabezó un grupo faccioso que se separó del PRD, se denominó Partido Revolucionario Dominicano Auténtico –PRDA- y se transó con Balaguer, que le pagó el servicio con un buen cargo en el gobierno.

Las elecciones nacionales estaban previstas para el 20 de diciembre de 1962, los candidatos que polarizaban las simpatías de los votantes eran el profesor Juan Bosch, del PRD, y el doctor Viriato Fiallo, de la UCN.

El 4 de noviembre, a mes y medio y un día de las elecciones, el PRDA de Silfa inscribió a Balaguer como candidato a la Presidencia, pero como era lógico esperar en aquel clima de antitrujillismo enardecido y con unas instituciones controladas por los cívicos, la Junta Central Electoral rechazó la inscripción.

Entonces el eterno enamorado de la “silla de alfileres”, lejos de darse por vencido, ensayó otra maniobra desesperada, y por vía del licenciado Julio Peynado intentó hacer pasar su candidatura presidencial con el mismo resultado negativo.

Los cívicos, como se les llamaba a los de la UCN, derrotaron a Balaguer en ese caso particular, pero hicieron una contribución que no pudo ser más efectiva a su propia derrota. Porque sin Balaguer en la contienda, el voto trujillista quedó flotante y como no iba a inclinarse hacia la UCN, grupo competidor y rival acérrimo de Balaguer, ese cuantioso voto trujillista se le sumó a Juan Bosch que así consolidó su caudal electoral y ganó cómodamente la presidencia.

Esa fue la consecuencia más inmediata y, al mismo tiempo, más importante de aquel episodio histórico ocurrido hace apenas cincuenta y siete años.


Por Rafael Chaljub Mejía
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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