EL DURO OFICIO DE SER HOMBRE

Escrito por: Pablo Mckinney 
(pablomckinney.com)

 Lo de ser hombre, lo que se dice un “macho de hombre macho y bien hombre”, no tiene nada que ver con tiros de barricadas o cuchilladas en un bar.  No tiene que ver nada, con que no te tiemble el pulso “pa’ hacer de un cuerpo una vaina”. No.

Por los siglos o los bares, autopistas o ciudades, muchos han entendido mal este oficio de ser hombre. Por eso, considero que la condición de serlo hay que aclararla cuanto antes y aquí, para que nos entendamos mejor  y la ignorancia no llegue al río.

Nada tiene que ver esto de ser hombre, con la testosterona y la pose. No, no, mire usted, que está equivocado, frénese un poco y no vaya por la vida en plan hijo de Lindbergh, que para ser hombre no hay que andar por la vía deshaciendo vidas, manchando honras ajenas, deshaciendo a tiros alguna reunión, o lo que es más triste, no saber perder ni ganar la batalla a nuestro ego inflado, de nuestro autoestima rota... y una M que no es de miércoles, don Radha.

Esto de ser hombre, nada tiene que ver con armas blancas o moradas, con “chilena” o cubana, con una Glock 26 o una P-90.

Por si no lo sabia,  a quien corresponda y pueda interesar, a quien el sombrero sirva y el razonamiento le quepa, para que se lea en cada rincón machista de esta patria de absurdos, digo aquí, que ser hombre, lo que se dice un hombre, comienza por el respeto a la vida y a la mujer, ay, y su inalienable derecho a olvidar.

Este duro oficio de ser hombre no comienza con la sangre sino con el respeto. No se inicia en un cuchillo sino en el beso, el primero de una madre, los de siempre de los hijos, o el edén de tus labios, mujer, o en el mar de tu mirada…

Para llamarse hombre, con cojones, coraje, temple, carácter, temperamento, no son “pantalones” lo que necesita el homo sapiens del falo, sino respeto y responsabilidad hacia los demás y en especial hacia las mujeres.

Ser hombre tiene que ver también con no olvidar. Hablo de, -a la hora de difamar, humillar, golpear, matar a una mujer-,  no olvidar que tuvo usted una madre.

Nunca anda un hombre (si le vamos a llamar hombre) tan metido en fango cloacal de sus mas cobardes temores, que cuando alza la mano o la palabra para, con una pistola o una mentira, dañar a una mujer.

Es más, digo aquí que un hombre, lo que se dice un hombre, se define por la capacidad para hacer feliz y respetar a la mujer; por no olvidar jamás que de ella (la madre) venimos, que para estas (nuestras hijas) vivimos, y por esa, (ay, la que amamos) vamos con la adarga de nuestros esfuerzos cotidianos, andando caminos y “deshaciendo entuertos”, pero siempre desde el respeto, joder, el respeto.

No puede llamarse HOMBRE quien no aprendió nunca a respetar a una mujer.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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