Renuncia inesperada y la economía del Vaticano

POR GUSTAVO VOLMAR


Hizo lo que no se había hecho durante los últimos 600 años. Su anuncio ayer de dejar sus funciones como jefe de la Iglesia Católica no tuvo precedente desde que en 1415 Gregorio XII renunciara para poner fin a una pugna. En este caso, sin embargo, la dimisión no obedece a una situación de conflicto, sino de salud, pues a sus 85 años, Benedicto XVI considera no estar en condiciones de cumplir adecuadamente los requerimientos de su ministerio, aunque hace poco inició su presencia en las redes sociales a través de una cuenta en Twitter con mensajes en diferentes idiomas.

Aparte de sus obligaciones religiosas, el Papa es también el jefe del Estado Vaticano, el cual utiliza el euro y depende de Italia para muchos de sus servicios, incluyendo agua y electricidad. No emite billetes de euros pero sí monedas, muy apreciadas por coleccionistas. Su población permanente no llega a mil personas, lo que lo hace ser el más pequeño estado independiente, nada comparable a los vastos dominios papales que durante varios siglos ocupaban gran parte del centro de Italia.

La economía del Vaticano es inusual. Sus fuentes más visibles de ingreso son las contribuciones de fieles católicos en todo el mundo (especialmente en los Estados Unidos y la venta de sellos de correo, entradas a museos, revistas, libros, imágenes, medallas y objetos conmemorativos. Pero otros ingresos, menos visibles y más controversiales, son también significativos.

Esas otras operaciones se centran en el Instituto para Obras de Religión, el cual maneja transacciones financieras y administra propiedades. Por lo regular, el Papa no se involucra directamente en esas actividades, sino que cuenta con un personal técnico que las dirige, no siempre de forma transparente.

El año pasado, los Estados Unidos colocaron por vez primera al Vaticano entre los estados vulnerables a operaciones de lavado de activos, en la categoría intermedia.
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Editor Gazcue es Arte

Master en Educación Superior mención Docencia, Licenciado en Comunicación Social, Técnico Superior en Bibliotecología y Diplomado en Ciencias Políticas, Columnista del periodico El Nuevo Diario

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