Por Enrique García Frómeta
28 de marzo de 1973, 9:20 de la noche, miércoles, fatídica y maldita fecha cuando en el triángulo del parquecito María Trinidad Sánchez, entre las calles 19 de Marzo, Luperón, José Reyes y Mercedes (frente a la casa número 259), tres asesinos de la Policía Nacional (señalados por la misma institución) ejecutaron la diabólica orden de secuestrar y desaparecer a Gregorio García Castro, no logrando esta forma de crimen por la resistencia con las manos y la voz de alerta del excelso periodista que clamó: “llamen al Listín, llamen al Listín, son policías…”.
Goyito, como era conocido entre sus amigos, había salido del local de Última Hora, vespertino tabloide del cual era jefe de Redacción y autor de la famosa columna “En un tris…”, le había dicho al centinela de seguridad del Listín Diario, periódico del mismo grupo editorial y que estaba al frente: “chequéame ahí que regreso enseguida, pues me llamaron para que ponga el carro más cerca…”.
Esa llamada fatal al teléfono número 688-3361, fue el pase a la muerte, pues viniendo de algún conocido Gregorio no midió el riesgo que dicha trampa significaba. Ese traidor de la llamada, hoy su conciencia debe estarle explotando.
Los tres asesinos subieron por la José Reyes en vía contraria, en un Mercedes Benz rojo tras cometer el hecho. Luego, Arias Sánchez, con uniforme, se presentó a la escena del crimen para confundir las investigaciones y fue ascendido hasta llegar al rango de capitán, tras cometer otros crímenes.
Los matones señalados por la propia Policía para ejecutar este crimen de Estado fueron el entonces teniente Juan María Arias Sánchez, fallecido años después en la cárcel acusado de otros crímenes, y los cabos Milton de la Cruz Lemus y José Rafael Pérez Pereira, todos del Servicio Secreto de la PN y miembros de “La Banda”. Los mismos agentes señalados en la muerte de Homero Hernández y Freddy Sosa, dirigentes del MPD, a quienes el propio Goyito había señalado en sus crónicas y reportajes sobre la banda y el prontuario de crímenes del régimen dictatorial y fascista de los 12 años de Joaquín Balaguer, equiparado en la parte represiva policial militar con las más crueles dictaduras de América como Strossner, Videla y Viola, Pinochet, Somoza, Duvalier y demás sabandijas (con el perdón de estos reptiles).
Gregorio Fernando García Castro (Goyito) nació en Pontón (El Pino) La Vega, el 17 de noviembre de 1935, siendo declarado en Santiago de los Caballeros en la misma fecha de 1936. Con una vocación innata, fue un joven precoz, inteligente, intrépido y valiente, desde su adolescencia trabajó en La Información de Santiago, luego en Santo Domingo, en La Nación, elCaribe y Radio Caribe, donde llegó a ser director en 1962. Fue diputado en las postrimerías del régimen de Trujillo con apenas 24 años, elevando su voz como si estuviera naciendo la democracia en plena dictadura junto a tres destacados jóvenes abogados, los doctores Euclides Gutiérrez Félix, Manuel Jiménez Rodríguez y Luis Dhimes Pablo, quienes rompieron el letargo del Congreso y en menos de un mes lograron aprobar varias leyes y resoluciones de avanzada como la expedición de pasaportes sin trabas burocráticas para todos los dominicanos, rebaja de impuestos al arroz de producción nacional, resolución que evitaba la expulsión de los obispos Reyli y Panal, enviando a comisiones de estudio de Interior, Justicia y Relaciones Exteriores esta polémica y abusiva pretensión de la dictadura.
Por toda esa actuación, García Castro y sus compañeros legisladores fueron acusados de socialistas, anticlericales y admiradores de Fidel, calificativos que como papagayos han repetido varios historiadores, sin exponer las causas que llevaron al régimen en declive a renovar su imagen ante tanta confrontación interna y externa (Iglesia Católica, sanción de cancilleres latinoamericanos, lucha política y gestas patrióticas, etc).
“En un tris…”, su columna diaria de contenido político y social, era la más leída y celebrada en el tiempo que salía en la página 8 del periódico Última Hora, obligando a miles de lectores a abrir el periódico en dicha hoja. Esta no es una apreciación personal, pues es fácil de constatar en la circulación de los periódicos de esos años (1970-1973), en las tertulias, peñas, coloquios y comentarios de lectores e intelectuales de la época, pues la columna abordaba amplios tópicos en una forma ágil y magistral: Bosch, Balaguer, Peña Gómez, Leyes Agrarias, La Banda, presos políticos y exiliados, lucha política, libertad de expresión, Caamaño y Caracoles, Trujillo, los Estados Unidos, etc.
Saludamos la valiente iniciativa del Museo de la Resistencia de integrar una comisión de la verdad que investigue con carácter oficial crímenes de Estado de los últimos gobiernos dictatoriales del país, especialmente de Trujillo a Balaguer, período en los cuales el país perdió los más elevados hombres de pensamiento y acción patriótica: Manolo, Guido Gil Díaz, Amín y los Palmeros, Caamaño, Gregorio García Castro, Homero Hernández, Otto Morales, Florinda Soriano, Maximiliano Gómez, Orlando Martínez y Narciso González, entre cientos de valiosos dominicanos.
Los señalados asesinos materiales de Goyito andan como si nada por las calles dominicanas como resultado de una sentencia clandestina, emitida por la antigua Suprema Corte de Justicia, el 20 de octubre de 1980 con jueces mantenidos tras el gacetazo-JCE en el gobierno del PRD, que llegó a tener límites en la justicia y 20 años después en la gestión del doctor Jorge Subero Isa, la Suprema Corte de Justicia admitió la existencia de la sentencia hasta entonces desconocida (porque no se cumplió con los requisitos de ley: publicidad, juicio oral público y contradictorio y constitución de un tribunal), para conocer los recursos de casación elevados ante la Suprema, por la parte civil y el procurador de la Corte de Apelación de Santiago en 1977. Luego de este adefesio, sentencia clandestina, elevamos un recurso de revisión ante la SCJ y a su vez el alto tribunal le solicitó al procurador General de la República el dictamen correspondiente para conocer dicha revisión y por razones políticas, falta de interés u otras desconocidas no se ha producido este requerimiento, manteniendo este crimen de Estado en la impunidad y poniendo al país en el mapa de la violación de los derechos humanos, sobre todo el derecho de la vida como en el caso de la valiosísima existencia de Gregorio García Castro, en la dictadura balaguerista que parece que cada vez se recicla más y más con los posteriores gobiernos. Habrá justicia, señores encubridores y señores asesinos. ¡No lo duden!...
Gregorio García Castro |
Goyito, como era conocido entre sus amigos, había salido del local de Última Hora, vespertino tabloide del cual era jefe de Redacción y autor de la famosa columna “En un tris…”, le había dicho al centinela de seguridad del Listín Diario, periódico del mismo grupo editorial y que estaba al frente: “chequéame ahí que regreso enseguida, pues me llamaron para que ponga el carro más cerca…”.
Esa llamada fatal al teléfono número 688-3361, fue el pase a la muerte, pues viniendo de algún conocido Gregorio no midió el riesgo que dicha trampa significaba. Ese traidor de la llamada, hoy su conciencia debe estarle explotando.
Los tres asesinos subieron por la José Reyes en vía contraria, en un Mercedes Benz rojo tras cometer el hecho. Luego, Arias Sánchez, con uniforme, se presentó a la escena del crimen para confundir las investigaciones y fue ascendido hasta llegar al rango de capitán, tras cometer otros crímenes.
Los matones señalados por la propia Policía para ejecutar este crimen de Estado fueron el entonces teniente Juan María Arias Sánchez, fallecido años después en la cárcel acusado de otros crímenes, y los cabos Milton de la Cruz Lemus y José Rafael Pérez Pereira, todos del Servicio Secreto de la PN y miembros de “La Banda”. Los mismos agentes señalados en la muerte de Homero Hernández y Freddy Sosa, dirigentes del MPD, a quienes el propio Goyito había señalado en sus crónicas y reportajes sobre la banda y el prontuario de crímenes del régimen dictatorial y fascista de los 12 años de Joaquín Balaguer, equiparado en la parte represiva policial militar con las más crueles dictaduras de América como Strossner, Videla y Viola, Pinochet, Somoza, Duvalier y demás sabandijas (con el perdón de estos reptiles).
Gregorio Fernando García Castro (Goyito) nació en Pontón (El Pino) La Vega, el 17 de noviembre de 1935, siendo declarado en Santiago de los Caballeros en la misma fecha de 1936. Con una vocación innata, fue un joven precoz, inteligente, intrépido y valiente, desde su adolescencia trabajó en La Información de Santiago, luego en Santo Domingo, en La Nación, elCaribe y Radio Caribe, donde llegó a ser director en 1962. Fue diputado en las postrimerías del régimen de Trujillo con apenas 24 años, elevando su voz como si estuviera naciendo la democracia en plena dictadura junto a tres destacados jóvenes abogados, los doctores Euclides Gutiérrez Félix, Manuel Jiménez Rodríguez y Luis Dhimes Pablo, quienes rompieron el letargo del Congreso y en menos de un mes lograron aprobar varias leyes y resoluciones de avanzada como la expedición de pasaportes sin trabas burocráticas para todos los dominicanos, rebaja de impuestos al arroz de producción nacional, resolución que evitaba la expulsión de los obispos Reyli y Panal, enviando a comisiones de estudio de Interior, Justicia y Relaciones Exteriores esta polémica y abusiva pretensión de la dictadura.
Por toda esa actuación, García Castro y sus compañeros legisladores fueron acusados de socialistas, anticlericales y admiradores de Fidel, calificativos que como papagayos han repetido varios historiadores, sin exponer las causas que llevaron al régimen en declive a renovar su imagen ante tanta confrontación interna y externa (Iglesia Católica, sanción de cancilleres latinoamericanos, lucha política y gestas patrióticas, etc).
“En un tris…”, su columna diaria de contenido político y social, era la más leída y celebrada en el tiempo que salía en la página 8 del periódico Última Hora, obligando a miles de lectores a abrir el periódico en dicha hoja. Esta no es una apreciación personal, pues es fácil de constatar en la circulación de los periódicos de esos años (1970-1973), en las tertulias, peñas, coloquios y comentarios de lectores e intelectuales de la época, pues la columna abordaba amplios tópicos en una forma ágil y magistral: Bosch, Balaguer, Peña Gómez, Leyes Agrarias, La Banda, presos políticos y exiliados, lucha política, libertad de expresión, Caamaño y Caracoles, Trujillo, los Estados Unidos, etc.
Saludamos la valiente iniciativa del Museo de la Resistencia de integrar una comisión de la verdad que investigue con carácter oficial crímenes de Estado de los últimos gobiernos dictatoriales del país, especialmente de Trujillo a Balaguer, período en los cuales el país perdió los más elevados hombres de pensamiento y acción patriótica: Manolo, Guido Gil Díaz, Amín y los Palmeros, Caamaño, Gregorio García Castro, Homero Hernández, Otto Morales, Florinda Soriano, Maximiliano Gómez, Orlando Martínez y Narciso González, entre cientos de valiosos dominicanos.
Los señalados asesinos materiales de Goyito andan como si nada por las calles dominicanas como resultado de una sentencia clandestina, emitida por la antigua Suprema Corte de Justicia, el 20 de octubre de 1980 con jueces mantenidos tras el gacetazo-JCE en el gobierno del PRD, que llegó a tener límites en la justicia y 20 años después en la gestión del doctor Jorge Subero Isa, la Suprema Corte de Justicia admitió la existencia de la sentencia hasta entonces desconocida (porque no se cumplió con los requisitos de ley: publicidad, juicio oral público y contradictorio y constitución de un tribunal), para conocer los recursos de casación elevados ante la Suprema, por la parte civil y el procurador de la Corte de Apelación de Santiago en 1977. Luego de este adefesio, sentencia clandestina, elevamos un recurso de revisión ante la SCJ y a su vez el alto tribunal le solicitó al procurador General de la República el dictamen correspondiente para conocer dicha revisión y por razones políticas, falta de interés u otras desconocidas no se ha producido este requerimiento, manteniendo este crimen de Estado en la impunidad y poniendo al país en el mapa de la violación de los derechos humanos, sobre todo el derecho de la vida como en el caso de la valiosísima existencia de Gregorio García Castro, en la dictadura balaguerista que parece que cada vez se recicla más y más con los posteriores gobiernos. Habrá justicia, señores encubridores y señores asesinos. ¡No lo duden!...
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